Luis del Val: “Lo de ETA fue un rosario de ejecuciones asesinas e individualizadas”

Recuerda el profesor qué fue ETA y su presencia en las elecciones del País Vasco que tanto ruido está haciendo en la campaña electoral

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Luis del Val y la realidad de ETA

Luis del Val

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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPEen ETA y las elecciones en el País Vasco:

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Escucha el monólogo de Sergio Barbosa de este miércoles 17 de abril de 2024

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Es verdad que somos el producto de una larga historia de crímenes y guerras. No hay nadie en esta tierra que no tenga entre sus antepasados a alguien que enarboló una piedra, un hacha, un palo o una pistola y mató a otro por defenderse o por ambición, por cumplir órdenes o por miedo, por proteger a los suyos o por apoderarse de lo que ambicionaba.

Y, como excusa, hemos enarbolado un crucifijo o una media luna, una bandera o una consigna, porque es muy duro e insoportable no tener una excusa aparente para poder justificar la más horrible de las acciones, que es quitarle la vida a otro como tú.

Sí, es cierto que somos el resultado de un largo recorrido teñido de sangre y de torturas, de invasiones y venganzas, pero también es cierto que nunca hemos podido borrar ese no matarás, ese mandamiento ancestral, que está impreso en el alma del ser humano, porque sin él ya habríamos desaparecido.

Y hay guerras justas y guerras inventadas y repugnantes. Vivimos en un continente que sobrevivió a la guerra justa de la II Guerra Mundial, porque sin esa resistencia bélica, sin ese triunfo, seríamos un atajo de esclavos sometidos por varias generaciones de enfermos de supremacismo.

Pero lo de ETA no fue ni siquiera una guerra inventada, sino un rosario de ejecuciones asesinas e individualizadas, cometidas en tiempo de paz, bajo el ridículo amparo de que así liberaban a los que no sabían que estaban sometidos.

Y podemos ser religiosos, ateos, agnósticos, blancos, negros o entreverados, pero no hace falta saber nada de Moisés, ni de sus tablas, porque en el fondo de nuestro cerebro está impresa una consigna que nos salva: no matarás.

Y, mira por donde, ese ancestro ha aparecido en la campaña electoral y, de repente, los cínicos que antes abrazaban a los herederos de los asesinos, y les decían hombres de paz, se asustan de lo que han hecho, y se desdicen, porque no niego que la paz se construya muchas veces sobre cimientos hechos con la sangre de las víctimas, pero cuando los viudos, los huérfanos, los ataúdes de sus mártires aún conservan fresca la madera, es difícil mirar hacia otro lado sin sentir la repugnancia de ser un traidor a la propia vida, que nos permite existir.

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