Luis del Val: "Núria de Gispert borró el tuit de los cerdos porque la pela es la pela"

El colaborador de 'Herrera en COPE' analiza la polémica por el tuit de la expresidenta del Parlament

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Luis del Val: "Núria de Gispert borró el tuit de los cerdos porque la pela es la pela"

Luis del Val

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La industria porcina en Cataluña es muy importante. Tanto, que el número de cerdos supera ligeramente al número de habitantes. Estableciendo una proporción adecuada podríamos decir que,  mientras el número de habitantes es de un poco más de siete millones y medio de personas,  el número de cerdos se aproxima a los ocho millones de cabezas, contando los cochinillos, los cerdos de menos de 50 kilógramos, los cerdos de engorde, los cerdos machos y las cerdas. Casi ocho millones. En el régimen alimenticio catalán está muy presente el cerdo, como en el resto del territorio español. El tradicional sentido del ahorro catalán no se ha fijado sólo en el pernil, y, por ejemplo, las manitas de cerdo, en una docena de variantes, han llegado hasta la alta cocina, por no hablar de las más de quince variedades de salchichas, donde los cartílagos y otras parte menos nobles se aprovechan y convierten a la butifarra en algo agradable, por no hablar de salchichones y otros derivados.  Ante una cocina con tanto cerdo, la sabiduría catalana intenta aligerar, y el jamón curado se suele tomar con pan amb tumaquet, pero, claro, cuando el número de cerdos supera al número de personas es imposible que cada ciudadano se coma un cerdo al año y por eso exportan. La venta de cerdos procedentes de Cataluña alcanza los 2.900 millones de euros anuales, la mayoría de ellos tarifados a las diferentes autonomías del resto de España. Eso significa que, cada día, aragoneses, castellanos, murcianos, extremeños, etcétera le compremos a la industria cárnica catalana ocho millones de euros. Cada día, y al contado. 

Cuando una ciudadana independentista, descendiente de una familia de banqueros, que crearon el banco de Barcelona, llamó cerdos en twiter a algunos políticos constitucionalistas, siguiendo ese sentido del humor infantil y grosero del caca, culo, pedo pis, surgieron muchas protestas, que en  la grosera insultadora no hicieron ninguna mella. Ninguna. Hasta que la llevaron a retractarse. ¿Una súbita percepción de su chabacanería? ¿Un arrepentimiento de su zafiedad, en una persona que siempre pudo acceder a los mejores centros educativos y jamás pasó ninguna tribulación económica?  No, ni muchos menos. Fueron los empresarios de las industrias cárnicas del cerdo, los beneficiarios de esa venta diaria de ocho millones de euros, los que la convencieron para que retirara el insulto de las redes, no fuera que aragoneses, castellanos, murcianos, extremeños etcétera, les diera por la tontuna de dejar de comprar salchichón de Vich o cualquiera de los cientos de productos derivados del cerdo catalán, y digo cerdo catalán, por supuesto, sin ninguna doble intención.  Se puede ser independentista, sectario, obcecado y lo  que haga falta, pero la pela es la pela y el euro es el euro. La zafia, grosera e insultadora Núria de Gispert sigue siendo insultadora, grosera y zafia, pero había que salvar las ventas, todo sea por Cataluña, esa Cataluña en la que la mitad de los catalanes que se sienten españoles, son despreciados, perseguidos e insultados.

Núria de Gispert

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