Luis del Val: "¡Oh, la patria! pero, sobre todo, ¡oh, el dinero!"

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Del Val: "¡Oh, la patria! pero, sobre todo, ¡oh, el dinero!"

Luis del Val

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¡Oh, la patria! ¡Oh, el dinero! Vamos a sacrificarnos y vamos a ver el juicio de nuestros mártires en Madrid, la capital del Estado represor. ¿Y quien paga el viaje, y las comidas, y si nos tenemos que quedar a dormir en un hotel? Si la patria requiere sacrificios, se llevan a cabo, y los patriotas, Quim Torra, y 37 altos cargos de la Generalidad, se gastaron 71.000 euros, no de su bolsillo, sino de la caja de los contribuyentes, que para eso pagan impuestos: para que los patriotas hagan de patriotas. 

¡Oh, la patria! Ahí está Laura Borrás, esa filóloga, que siente la llamada de la patria y acepta el cargo de consejera de cultura. Y tiene un amigo, y en lugar de obligarle a entrar en concurso, le va haciendo contrato tras contrato, hasta llegar a los 260.000 euros, con objeto de que su amigo ayude a engrandecer la patria. 

¡Oh, la patria! Ahí está Gabriel Rufián, que vivía cómodamente con poco más de siete mil euros al año, procedente del Fondo de Garantía Salarial, decidió dejarse de comodidades, hacer algo por la patria catalana, y sus esfuerzos, su denodada lucha, su sacrificio, se han visto recompensados con 85.719 euros al año, un poco más de lo que gana el presidente del gobierno en funciones, en funciones de negociar el reenganche. Cualquier empresa privada le pagaría a Gabriel Rufián, dada su preparación y su valía, el doble o el triple, pero él se sacrifica, porque si la patria impone renuncias se llevan a cabo sin una queja. 

¡Oh, la patria! La patria andaluza, Blas Infante, blanca y verde, y me detengo para que no se emocionen los patriotas andaluces, sobre todo ahora que se han malinterpretado los cientos de millones de los ERE que se repartían para que Andalucía fuera cada vez más grande. 

¡Oh, la patria, la perseguida patria catalana! Vámonos los alcaldes a Bélgica, a darle ánimos al cobarde traidor, al Prófugo de oro, al abnegado patriota, que soporta las incomodidades del exilio en un chalet, en la zona más cara de Europa. ¿Y cómo pagamos el viaje? Es un viaje patriótico, los viajes y las comidas que las paguen los respectivos ayuntamientos, porque no estamos aquí para divertirnos, sino para engrandecer a la patria. 

¡Oh, la patria! La patria vasca, Sabino Arana, ese descubridor de una raza superior a la de los retrasados castellanos, que llegó a esa conclusión a través de los mismos estudios científicos que siguió Adolfo Hitler, respecto a la raza germana y los judíos. Así que para que se reconozca la superioridad étnica, el PNV exige que la recaudación de la Seguridad Social la hagan los vascos. ¿Y quién le pagará la jubilación al vasco, si se va a vivir a Marbella? ¿Los andaluces? ¿Y de quién cobrará el jubilado andaluz, si se va a vivir con una hija a Bilbao? ¿Los madrileños? ¡Oh, la patria! La patria vasca, que permite a las empresas pagar menos impuestos y, por tanto, ser más competitivas que las empresas instaladas en tierras castellanas, y regidas por esos individuos de menor capacidad intelectual, como descubrió Sabino Arana, por un lado y los Quim Torra más al Este, por otro. ¡Oh, la patria! pero, sobre todo, ¡oh, el dinero!

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