El homenaje de Luis del Val al comandante: "De vez en cuando, muere en soldado"

El periodista recuerda en 'Herrera en COPE' a Francisco Marín Nuñez, comandante del Ejército del Aire, fallecido ayer durante unas maniobras

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El homenaje de Luis del Val al comandante: "De vez en cuando, muere en soldado"

Luis del Val

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De vez en cuando, muere un soldado. De vez en cuando, casi nos sorprendemos de que los soldados, como los jugadores de fútbol, no sólo trabajen en las batallas, sino que se entrenen a diario para ellas. De vez en cuando, un jugador de fútbol se lesiona durante el entrenamiento, pero el accidente mortal, el que arranca la vida, sólo se produce durante las maniobras castrenses, a lo largo de la práctica militar, que nunca es rutinaria, porque, de vez en cuando, muere un soldado.

Por lo general es un nombre y dos apellidos que brillan levemente el tiempo que dura la noticia, y la gente se olvida y sigue con su tarea, con su caña de cerveza, subiéndose a un transporte público, o como decía el poeta yendo y viniendo por la vida y sus asuntos.

Todo esto, ir al trabajo, volver a casa, tomar un cafelito, requiere paz. La paz, como la libertad y la respiración, sólo adquieren importancia cuando se han ido. Y, por eso, los países donde la libertad está más desarrollada, y la economía más próspera, son aquellos que no están en guerra, y para ello esos países cuentan con un ejército que disuada a los que viven más allá de las fronteras a quebrar esa paz, siguiendo aquél dicho romano: “si vis pacem para bellum”. Si quieres la paz, estáte preparado para la guerra”.

Y a esa misión, para que podamos vivir en paz, se dedican los soldados. Claro que, como no es un trabajo sencillo, ni fácil, ni sin riesgos, de vez en cuando, muere un soldado.

Esta vez era una persona admirada y conocida. Un piloto experto, perteneciente a esa escuadrilla que nos asombraba en los desfiles por su riesgo en las maniobras, por su pericia, en aquellos despliegues en el aire donde los aviones parecían drones de juguete en sus cabriolas casi inverosímiles. Pero no eran juguetes, sino aviones de combate, un instrumento sofisticado. Y ayer, Francisco Marín Nuñez, comandante del Ejército del Aire, ex miembro de la patrulla “Aguila”, pilotando uno de sus aviones, llevó a cabo la última cabriola y se zambulló en el mar, ante la atónita mirada de un puñado de esas personas que, como cientos de miles, disfrutan de las vacaciones, ese rito que sólo pueden permitirse los países que viven en paz, y tienen vigilantes para conservarla.

Puede que la noticia perdure algo más de 48 horas, no porque el comandante fuera conocido, sino porque todavía no se ha encontrado su cuerpo. Pero lo normal es que, como las olas del mediterráneo, una noticia se monte sobre la anterior y la absorba, y la retire de la playa de la actualidad. En la playa de las vacaciones ha vuelto la vida normal, y la gente toma el sol y se baña, y el único peligro que teme es una invasión de medusas. Y, en el interior, los que ya han vuelto, se han sumergido en lo que llamamos rutina que, a la postre, es lo más placentero de la vida, y que puede llevarse a cabo porque vivimos en paz.

Eso sí, de vez en cuando, muere un soldado.

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