Luis del Val: “Roca Rey puso en marcha ese repertorio que hace murmurar que puede que no llegue a viejo"

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Luis del Val: “Roca Rey puso en marcha ese repertorio que hace murmurar que puede que no llegue a viejo"

Luis del Val

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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en la corrida de toros de este jueves en Bilbao en la que Roca Rey dio una lección de primera figura del toreo:

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Pido perdón a mi compañero, Sixto Naranjo, por meterme en su terreno, pero no hay nada más emocionante que una corrida de toros como la de ayer, en Bilbao, donde la elegancia de Manzanares y la maestría de El Juli, se unieron a ese valor, que avecinda con el suicidio, de Andrés Roca Rey. Cada espaldina encogía la respiración en los tendidos, y como si se hubiera inventado lo del más difícil todavía, proseguía imperturbable la faena hasta que el toro lo derribó, le lanzó hacia arriba y le pisoteó la cabeza, el torero abajo y los seiscientos kilos de toro amasando el cuerpo del peruano.

Momento de la cogida sufrida por Andrés Roca Rey este jueves en Bilbao

Momento de la cogida sufrida por Andrés Roca Rey este jueves en Bilbao

Después de eso, un torero normal se hubiera ido a la enfermería, pero Roca Rey despreció los ruegos de sus compañeros de terna, y siguió con la faena, cojeando de manera visible, y remató de una estocada, y la plaza se llenó de pañuelos. Eran las dos orejas claras, pero el presidente sólo concedió una, con ese engreimiento de los presidentes mezquinos. El doblemente agraviado Roca Rey -agraviado por el toro y por el mezquino presidente- con la única oreja, cojeando, dio la vuelta al ruedo y, al terminar, sí, se fue a la enfermería. Creímos que era la despedida, y que El Juli se tendría que verlas con el sexto, pero desoyendo a los médicos, y a la cuadrilla, volvió a salir, y el público lo aclamó con ese entusiasmo que se reserva, cuando se recibe a los héroes que regresan heridos de una guerra.

Y, en lugar de andar cauto, comenzó recibiendo de rodillas, y la cojera, que le impedía levantarse, contribuyó a que volviera a ser cogido también por este toro, que a punto estuvo de machacarlo contra las tablas. No se arredró el peruano, y como si fuera un principiante, de cuya actuación dependiera el resto de su carrera, volvió a poner en marcha ese repertorio que les hace murmurar a algunos que Roca Rey puede que no llegue a viejo. Esta vez, el mezquino presidente, ante el clamor, no tuvo más remedio que conceder las dos orejas que permiten la salida por la puerta grande, pero Roca Rey, extenuado, se marchó a la enfermería. El presidente no fue a la enfermería, porque la mezquindad no la pueden curar allí. En la enfermería se atiende a los valientes, a los que tienen coraje, a los que no regatean el peligro, a los gladiadores que, entre clarines y pasodobles, nos obligan a exhalar un ¡Ay! cuando se constata -sin trucos, ni trampas- que ponen en juego su propia vida.

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