Luis del Val: "Sánchez continuará en la Moncloa sentado sobre una enorme mentira"
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
De repente, en aquél país, comenzó a extenderse la especie de que había unos delincuentes que no eran peligrosos, y que se podía tratar con ellos. Incluso había otro grupo, que eran admiradores de los delincuentes, que en tiempos pasados habían colaborado con ellos, palmeros de sus acciones, a los que dedicaban homenajes, y que también eran admitidos en conversaciones y pactos. Sin embargo, existía un grupo, que no había cometido ningún delito, que no anunciaba que lo fuera a cometer, pero que fueron demonizados como unos presuntos y peligrosos delincuentes.
Este país se llama España. Los delincuentes buenos, llenos de violadores de la Ley, de extorsionistas de los ciudadanos, de prevaricadores, y de malversadores del dinero público, son los secesionistas. Los que sólo tienen en la boca alabanzas para los asesinos, y les agasajan cuando salen de la cárcel, y, algunos de ellos trabajaron de chivatos para señalar en qué lugar estaban las víctimas a las que, luego, los sayones disparaban a la cabeza, son los bilduetarras. Y los que no han roto hasta ahora ningún plato, pero se les ha definido como los que van a romper toda la vajilla, los condenados a ser los demonios, los malditos, esos a los que es peligroso incluso contestarles si dan los buenos días, son los de VOX.
A mí hay bastantes cosas de VOX que no me gustan. Muchas. Pero me gusta todavía menos la falacia de la manipulación, la burda mentira repetida tantas veces que viene a parecer que es verdad, ese sistema totalitario donde la falsedad se presenta como algo cierto. Aquí, los delincuentes demostrados, los prófugos de la Justicia para escapar de la cárcel, y los que pagaron el pato y se quedan, y están en la prisión, los atracadores de las libertades de todo un pueblo, los causantes de un declive económico peligroso, los que dicen que lo volverán a hacer, son los secesionistas. Pero resulta que los peligrosos son los de VOX, los apestados, de los que hay que huir, no sea que te contagien de alguna grave enfermedad.
Hasta Albert Rivera se ha creído esta falsedad, o se ha extendido tanto que se ve empujado a hacer como que se la cree. Y a lomos de ese embuste, que mucha gente se ha tragado como si fuera un caramelo, Pedro Sánchez está a punto de ceder Navarra a los palmeros de los asesinos, a los que cuentan en las ikastolas que los pistoleros eran gudaris y valientes defensores de la libertad de un pueblo oprimido, y que para liberarlo no había más remedio que poner bombas y matar niños. Y Pedro Sánchez, a lomos de esa patraña, negociará con los que amenazan poner patas arriba nuestra convivencia y nuestras leyes, y será investido con los votos de los que retan y desafían con volver a delinquir. Continuará en la Moncloa, por supuesto, sentado sobre una enorme mentira, después de haber vendido Navarra. Hasta que, pasado el tiempo, comience a desvelarse la verdad, que parece que, ahora, sólo vemos unos pocos.