Luis del Val, a Sánchez: “Su resentimiento es una bandera con las tibias del odio y la calavera de la muerte”
"Queremos vivir con ilusión de futuro, con esa esperanza que no nos pueden proporcionar gobernantes que solo saben revolver el cieno del rencor"
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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en la Ley de Amnistía que el Gobierno quiere reformar:
Pedro I, El Mentiroso, acudió a La Palma, y se hizo la fotografía de rigor. Y volvió para una segunda fotografía. En las dos ocasiones, anunció las ayudas que llegarían a Canarias. Pero todavía no ha llegado ni un euro a los damnificados. Está claro que es más fácil hacerse fotografías que gobernar, aunque Pedro I , El Mentiroso, ha encontrado la solución, y es que va a aprobar una ley para los crímenes franquistas, ocurridos hace más de ochenta y dos años. Parece que los alemanes no van a revisar los crímenes nazis, ni los italianos van a juzgar a los seguidores de Mussolini, ni los franceses van a desenterrar los cadáveres de quienes colaboraron con Petain y no con la Resistencia. Menos mal.
Entreténganse, si quieren, en ignorar las checas y las torturas de comunistas y socialistas, y los fusilamientos por leer el ABC o por estudiar en un seminario, y céntrense en los malvados de un solo bando. Pero los españoles queremos que nuestros hijos tengan trabajo, y no pertenezcan a la juventud europea con más tasa de paro; queremos que sus pensiones no sean menores que las nuestras; queremos que se reconozca que el trabajo temporal es mejor que ningún trabajo, y que no se puede contratar a personas todo el año para recoger la oliva o para segar o para servir helados en un chiringuito. Queremos que los agricultores y los ganaderos no trabajen para que ganen dinero los intermediarios, y que hagan ustedes algo para contener la subida de precios que nos hace a todos más pobres. Queremos vivir con ilusión de futuro, con esa esperanza que no nos pueden proporcionar gobernantes que sólo saben contar mentiras o revolver el cieno del rencor en una página negra de nuestra historia, sobre la que ya nos pedimos perdón, unos a otros, en 1978.
Entreténganse hurgando en la España más denigrante del pasado, pero dejen de destruir la España del presente. Nuestra guerra es poder prosperar, trabajar, formarnos lo mejor que podamos, competir, y ver que una de las nuestras, por ejemplo, gana un campeonato mundial de tenis. Su resentimiento es una bandera con las tibias del odio y la calavera de la muerte, nada que ver con nuestras ansias, con nuestros anhelos y con los sueños a los que tenemos derecho para alimentar nuestra vida y ayudar a que se cumplan.