Luis del Val, sobre la reunión entre Díaz y Puigdemont: "La vicepresidenta no tiene vergüenza"

El profesor pone el foco en el viaje de la vicepresidenta a Bruselas, donde se ha reunido con el fugado de la justicia

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Luis del Val

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Hoy sufro una punzada molesta, un desasosiego que no puedo evitar y que podría resumir, siendo sincero, en la vergüenza de ser español. Al ver a una vicepresidente del Gobierno de España, haciendo cucamonas y risas con un prófugo de la Justicia, causante del mayor destrozo político que ha habido en este país desde la guerra civil, he sentido una profunda vergüenza, constatando que los españoles ya no somos iguales ante la Ley, y no lo vamos a ser en adelante, según donde vivamos.

Y siento vergüenza por el terrible desprecio a los jueces, que cumplen con su obligación de condenar a los delincuentes, pero este Gobierno les enmienda las sentencias, y pone a los presos en la calle. Siento vergüenza por el ridículo al que ha sometido a la Justicia Española una vicepresidente, que ha destrozado la dignidad de los magistrados que lanzaron a Europa una orden de busca y captura, y esa Europa, hoy, al ver la pleitesía de la autoridad gubernamental ante el prófugo, pensará que o los jueces españoles, o sus gobernantes, están locos. Siento vergüenza de esos policías españoles y guardias civiles, enviados a evitar un referéndum ilegal, y que tuvieron que soportar desprecios, burlas, escraches en las comisarías, negaciones de alojamiento en los hoteles, y golpes y lesiones, que a algunos les obligaron a retirarse de su empleo.

Siento vergüenza por cientos de miles de catalanes y españoles, que no son separatistas, y sufren en Cataluña la extorsión, el chantaje, la humillación del totalitarismo nacionalista, por reclamar lo que concede la Ley -que sus hijos en la escuela hablen castellano- y han sido abandonados por un Gobierno que mira hacia otro lado y es cómplice del totalitarismo.

Siento pena por tantos periodistas que escribimos contra las autoridades belgas, por negar la extradición de un delincuente, y ahora sentimos vergüenza por el ridículo de esta visita de sumisión. La vicepresidente, no, claro, la vicepresidente no tiene vergüenza, porque si la tuviera no estaría tan risueña en las fotos. Siento vergüenza de este silencio, de esta falta de advertencia, de que vamos hacia un país con ciudadanos de primera y de segunda, según vivan y según lo que piensen. Y somos tan mansos vasallos que puede hacer lo quiera el señor, mientras la sombra de la bota se alarga, y solo nos quejaremos cuando nos aplaste.