Luis del Val: "Veremos a cuánto asciende la cuenta de esta boda entre los golpistas y el socialismo"
El periodista hace un repaso de la sesión de investidura y da su opinión sobre el posible gobierno de coalición entre PSOE y UP
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Suceda lo que suceda mañana, excepto para algunas opciones personales, España poco va a cambiar en el fondo. Lo único que ocurrirá es que podemos pasar de una inestabilidad puntual a una inestabilidad crónica. Es posible que alguna mujer muy joven se encuentre como vicepresidenta de un gobierno, y es probable que algún compañero de partido pase de la protesta callejera a sentarse en el sillón de un ministerio, y eso es un gran cambio personal, pero en lo que se refiere al país, no creo que cambie el ambiente de inestabilidad permanente, y, lo que es peor, la andadura continua por el abismo.
A mí cuando el diputado catalán, que actúa como gamberro oficial en el Congreso de los Diputados, enseña una impresora, o unas esposas, o lo que le apetezca ese día, no me da miedo, porque cuando cree que el escaño es el taburete del speaker corner de un Hyde Park de interior, se debe a que está desesperado, a que ha asumido, con rabia, que nadie le hace caso. Pero cuando habla tranquilo, como si hubiera salido de un largo encuentro con el psiquiatra, o hubiera pasado por una sesión de electroshock, me produce un gran temor, porque eso significa que de la desesperación ha pasado a la esperanza, y está convencido de que a los golpistas les va a ir bien con Pedro Sánchez.
Ese temor se aviva, cuando tras su intervención, y en la que afirma que la crisis de convivencia con Cataluña la ha provocado el Rey de España con su discurso del tres de octubre, Pedro Sánchez calla y otorga, y responde con eso que los escritores cursis denominaban un ominoso silencio, cultismo que, como el diputado gamberro seguramente ignora, significa abominable y repugnante. Ni Felipe González, ni José María Aznar, ni Mariano Rajoy, en una sesión de investidura, hubieran admitido esas palabras ofensivas al jefe del Estado.
Ese silencio cobarde es el pago anticipado a la investidura de mañana, y veremos a cuánto asciende la cuenta de esta boda entre los golpistas y el socialismo. Un socialismo que hace muy poco era una piña y en la que todos los líderes regionales, unidos con solidaria voluntad, proponían un gobierno monocolor. Parece que mañana cambiará esa firme convicción, porque las firmes convicciones se tambalean bastante en tiempos de inestabilidad.
Pasaremos de la inconsistencia en funciones al desequilibrio permanente. Dejaremos atrás los presupuestos de Rajoy, que todavía le permiten al Fondo Monetario Internacional asegurar que España crecerá más que el resto de los países de la Unión, a los presupuestos en los que Podemos querrá cristalizar su revolución. Eso, o nos veremos las caras en septiembre, pasando por Doñana, que con el Falcon eso está a un tiro de piedra.