El aviso de Gay de Liébana que Sánchez no debe ignorar: "Ojo a la deflación"

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La caída a plomo de la economía nos mete en un período complicado en el que la demanda, tanto por lo que se refiere al consumo privado como en lo tocante a la inversión, se contraerá. En concreto, el Banco de España estima que el consumo privado caerá en 2020, en el escenario menos desfavorable, el 9,1% respecto a 2019, y en un escenario más complicado caería el 11,2%. En cuanto a la inversión, se desplomará este año en el 20,6% y si las cosas se tuercen se hundiría el 26,5%.

Entramos, en tiempos con exceso de oferta versus contracción de la demanda. Los precios, por fuerza, disminuyen. Eso supone una ventaja para quienes puedan mantener sus niveles de renta: mejora su poder adquisitivo y su capacidad de ahorro. Sin embargo, tal vez, se frene el consumo. Los descensos continuados de los precios incitan a la siempre temida deflación, síntoma depresivo en lo económico, y lo malo es que da pábulo a posponer gastos y compras al pensar que los precios bajarán aún más. Y las contracciones marcadas por toques deflacionistas, se prolongan.

Los últimos datos sobre el índice de precios del consumo, apuntan en esa dirección: -0,9% en mayo. La deflación evidencia otro hándicap: el deterioro de las clases medias. Menos empleo y más paro, reducciones salariales y trabajo precario, con numerosas empresas pisando el alambre. Por eso, por las peyorativas secuelas deflacionistas, es por lo que los bancos centrales siempre se marcan como objetivo unas tasas aceptables de inflación, por ejemplo, esa meta del 2% por parte del BCE. De ahí que el BCE suelte más munición monetaria.