Barbosa: "Acabará la pandemia y seguiremos con el debate: vacuna, sí / vacuna, no"

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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"¿Qué tal? ¡Buenos días!, en este viernes 7 de enero de 2022. Una semana le hemos comido ya al año, como el que no quiere la cosa. Decíamos hace un rato que, según los psicólogos y los coachs, a estas alturas, una parte importante de los que en Nochevieja se pusieron muy flamencos con los buenos propósitos para el Año Nuevo, como que empiezan a flojear.

No, si yo iba a dejar de fumar, pero me voy a quitar poco a poco...; no si yo iba a estudiar más inglés, pero todavía no me he puesto... o que sí, que sí, que sí, que este año no pasa de apuntarme al gimnasio y ponerme como Leónidas en la película de "300".

Voy a ir por el metro y la gente me va llamar "espartano, espartano..." y me van a pedir que les parta las nueces con los pectorales. Bueno, bueno, tampoco hay que llegar a tanto porque si te marcas objetivos muy altos, luego pasa lo que pasa que, a 7 de enero, empiezas a renquear.

Pero, claro, también es verdad que a uno le gusta mejorar su vida, estar más presentable y que te echen piropos, como los que se ha llevado este año el Rey Gaspar en Madrid, que para tener el hombre más de 2.000 años, no veas lo que ha gustado este año a las señoras.

Que los Reyes, como son tan mágicos lo mismo vienen un año con apariencia de señores mayores, envueltos así con en la cortina de la ducha, como el año de Carmena, que se presentan en plan el "novio de la Barbie".

Pero bueno, la cuestión es que se fueron los Reyes Magos y este viernes empezamos a ensaya una cierta normalidad posnavideña a la espera de que el próximo lunes, ya sí, España retome el pulso a sus quehaceres diarios.

La vuelta a la normalidad posnavideña dependerá de ómicron

Claro, todo condicionado a la resaca de contagios y bajas laborales que nos puedan haber dejado estas semanas. Porque ese es el nuevo reto que nos está planteando el covid: no colapsar como sociedad, a pesar del aluvión de contagios que está provocando la variante ómicron.

Ayer, por cierto, al ser festivo, Sanidad no ofreció datos del conjunto de España. Pero algunas autonomías sí los publicaron, y como en el caso de Aragón, Cantabria y Balearse, siguen batiendo récords.

Si en lo económico hay que vigilar hasta dónde llega la marea de las bajas laborales, en lo sanitario, el termómetro que hay que seguir vigilando son los hospitales.

De momento, no indica que haya fiebre, pero las décimas van subiendo poco a poco, en forma de ingresos en planta y en la UCI. Desde el día anterior a Nochebuena, al día anterior de Reyes, 5.400 ingresos, eso sigue siendo gestionable, pero muchos hospitales sí están ampliando las UCI para evitar sustos en las próxima semanas. Aquí lo importante va a ser llegar a finales de enero, habiendo controlado la situación.

Y no nos cansaremos nunca de reconocer el trabajo de nuestros sanitarios: enfermeros, celadores, personal de limpieza, personal de los laboratorios, por el esfuerzo ímprobo que están realizando, de manera tan sostenida en el tiempo.

Al cansancio mental que ya llevan acumulado, se suma el desgaste físico de que esto no deja de pegar achuchones de una u otra manera. Y, ahora, el que no está en la atención primaria hasta arriba de saturación burocrática y asistencial, está en los hospitales doblando turnos por las cuarentenas de los compañeros, etc, etc.

Y luego tampoco hay que olvidar el trabajo impagable de nuestros militares. Allá donde se les ha necesitado, allí han estado dando el callo. Y, precisamente, de ellos se ha querido acordar el Rey, con motivo de la Pascua Militar.

El Rey, por cierto, también tuvo palabras de reconocimiento a las víctimas del terrorismo, con motivo del décimo aniversario del fin de la actividad asesina de la banda y en un momento en el que no dejan de producirse o planearse homenajes a los asesinos que están en la cárcel.

Acabará la pandemia y seguiremos con el debate: vacuna, sí / vacuna, no y Djokovic

Pero, miren, decíamos de la pandemia y de la fatiga mental que provoca, pues, todavía a estas alturas, hay que ver las ganas que tiene el personal de discutir acaloradamente a cuenta, por ejemplo, de la vacunación. Se acabará la pandemia y seguiremos sin ponernos de acuerdo en si, en una situación como la que estamos viviendo, es lícito o no obligar a la gente a vacunarse. Y los que opinen una cosa y la contraria cada vez defenderán su posición de una forma más vehemente.

Aquí en España ha habido debate, pero ha sido poca cosa porque la inmensa mayoría de la población se ha vacunado por voluntad propia. Ahora mismo tenemos un 90% de la población mayores de 12 años vacunada. Y los críos de menos de 12, ya van por el 31%. Además, en España, legalmente, no se puede obligar a la vacunación en un caso como el covid, si no se hacen algunos retoques a la ley, que permitan sortear, con algunos supuestos de excepción, derechos como la libertad física o individual.

Otra cosa, es el debate enconado que todo esto está provocando en otros países, donde la vacunación no ha funcionado tanto o donde no se andan con chiquitas con el cumplimiento de la ley.

Y donde se han juntado el hambre con las ganas de comer ha sido en Australia. ¿El hambre? Novak DJokovic, número uno del tenis mundial que no se ha querido vacunar. ¿Las ganas de comer? El gobierno de Australia, que debe ser, junto a Nueva Zelanda, el país occidental que más a rajatabla se ha tomado las restricciones y el intento de aislarse, a cal y canto, de los contagios procedentes del exterior.

Vamos, en Australia en cuanto hay un brote, te montan un lockdown en menos que canta un gallo: confinamiento y se acabó, que hay españoles que viven allí y no tienen valor de venir a España de vacaciones, no vaya a ser que en el entretanto haya un cierre en Australia, y cuando quieran volver a su casa a trabajar, no les dejen entrar o les hagan hacer la madre de todas las cuarentenas.

Bueno, pues llega el Open de Australia y el torneo hace lo posible por hacer la vista gorda y dar una exención médica al número uno porque no contar con Djokovic es un petardazo. Pero, claro, una cosa es el torneo y otra el país. Y, el país ha dicho que, gusten o no las leyes, las leyes son las leyes para todos.

“Las reglas son las reglas”. Total, que a Djokovic ya una vez en Australia, lo han metido en el paquete de los DEPORTADITOS, aislado en un hotel cutre, aunque a última hora sus abogados han logrado frenar su deportación, al menos, hasta el lunes.

Y aquí se ha liado la mundial entre los que dicen que cómo se puede ser tan cabezones de no dejar entrar a un tío, que si se hace una PCR puede demostrar que está sano y que no se puede tratar como apestados a los que, libremente, deciden no vacunarse con una vacuna hecha de urgencia.

Y los que, por otro lado, recuerdan, primero, que, efectivamente, la ley es la ley, te guste o no te guste. Y que si hay familias australianas que llevan meses y meses sin verse por las restricciones que no puede llegar ahora un nota con una raqueta y saltarse todo eso.

Pagar las consecuencias o asumir las consecuencias buenas y malas que supone cualquier elección que hacemos en esta vida. Porque la vida es un continuo elegir. Eliges algo, y al elegir ese algo, al mismo tiempo estás prescindiendo de otra cosa. Porque como dice la sabiduría popular, a veces "teta y sopa no caben en la boca".

Pues tal vez la clave está ahí: Aquí no hay más que el choque entre dos decisiones soberanas: la de alguien que no ha querido vacunarse y a la que no se le puede obligar y la de un país que tiene unas reglas que se tienen que cumplir. Y si las leyes dejan de tener sentido o a las autoridades se les empieza a ir demasiado la pinza, pues ya vendrán elecciones para darles un toque, pero en lo que manden, los que han sido votados, es lo que hay.

Y ya se puede poner el padre de Djokovic en plan folclórica, diciendo que que su hijo es el nuevo Espartaco de la era moderna, un Jesucristo crucificado y que va a sacar a gente a la calle y tal y cual.

Aquí, fíjense, todas las opiniones pueden ser respetables y pueden tener su argumentación, pero posiblemente lo más importante, tal vez, sea no caer en contradicciones. Y ese es el peligro en el que pueden incurrir los unos y los otros, que diría Unamuno.

El superdefensor de las soberanías nacionales y el derecho de un país a decidir sobre sus fronteras como resulta que también está en contra de la vacunación, ahora coge y critica a Australia por decidir, soberanamente, cómo administrar quien entra y no entra en su territorio.

Y en la otra orilla, ojo también con el "superglobalista" de “las fronteras son un rollo” y viva la humanidad y que pase el que quiera donde quiera y que luego, sin embargo, tan tolerante que es para unas cosas luego va por la vida como un banderillero con la jeringuilla en la mano, dispuesto a endiñársela a la gente por obligación aunque la vacuna no haya superado todas las fases de ensayo preceptivas. Que eso lo sabemos los que nos hemos vacunado ,la vacuna se ha hecho deprisa y corriendo, y como se esperaba ha sido mano de santo para evitar miles y miles de muertes en el mundo y el pequeño riesgo que pudiera tener lo asumimos, porque el beneficio era clarísimamente mayor. Lo que les digo: la vida es elegir y renunciar o arriesgarse.

Los superpatriotas que a la hora de la verdad no ponen el brazo

Que esa es otra, la de los superpatriotas, que van por ahí diciendo que ellos se dejarían cortar un brazo por su país y daría hasta la vida, pero que cuando su país, para evitar el colapso hospitalario, les ha recomendado vacunarse, han dicho que: “uy, que no, que la vacuna tiene algún peligro”. Pues menos mal que te ibas a cortar un brazo por tu país.

¿Y qué me dicen de los del camino inverso, los que han ido del miedo inicial a la vacuna sin pensárselo? Los que no se la querían poner porque les daba miedo, pero que en cuanto les han dicho que no podían tomarse el pincho de tortilla en el bar casi que le quitan la jeringuilla a la enfermera y se la pinchan ellos mismos. ¡Tanto miedo que tenían!

En fin, que la de retos, la de debates, la de cuestionamientos de nuestra propia naturaleza social e individual que nos está obligando a encarar la dichosa pandemia. ¿Quién sabe? Lo mismo de esta salimos locos perdidos o, a lo mejor, hasta más sabios.

¿Cómo era advertencia de los griegos en el Templo de Apolo? Genofi sóton (Conócete a tí mismo).

Bueno, pues eso, de la pandemia saldremos, al menos, conociéndonos mejor a nosotros mismos, para bien o para mal. Y, oye, el que quiera cambiar de opinión,es lícito, ¿eh?, lo único, es que hay que saber argumentarlo. Pues fíjate, los que eran de izquierdas de jóvenes, y luego se hicieron de derechas o los que se rieron de la bata manta y cuando la han probado, ya no saben vivir sin ella.

En fin, que me enrollo demasiado menos mal que el lunes vuelve Herrera , con sus buenos propósitos para el año que viene. A ver si él, por lo menos, si los puede cumplir".

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