Herrera: "¿La factura en Cataluña, la de ese niñaterío criado en los semilleros del odio, quién la paga?"
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Señoras, señores, me alegro, ¡buenos días!
Celebro saludarles en esta mañana de martes 15 de octubre del 2019, que es el día primero de la resaca después de la sentencia del proceso y Cataluña se prepara para otra jornada de secuestro del espacio público, para esta puesta en escena, muy Batasuna, con las fuerzas de seguridad en alerta y mucha gente, la gente suficiente como para hacer el máximo destrozo posible a las vidas cotidianas de los demás; para cortar carreteras, como ya están cortadas, la C-12, la C-65 en Cassà de la Selva, la Nacional 2 en Mataró, etcétera, etcétera. Y como ya veremos después si en otras instalaciones como ayer ocurrieron en el Aeropuerto de El Prat, por ejemplo, o en diferentes calles del centro de Barcelona, singularmente en la Plaza de Cataluña. Hubo cargas policiales en Vía Laietana. Mossos y Policía Nacional tuvieron que cargar para contener a los que pretendían rodear la sede de la Policía o una imagen especialmente infame, que es la de un matón que le suelta un puñetazo a una mujer después de que está tratase de recuperar la bandera de España que le había quitado por detrás a traición. Ese se llama Juan Leandro Ventura, es de Tarragona, el tipo está fotografiado en prácticamente todas partes. Por cierto, esta mujer no ha recibido solidaridad de otras mujeres del feminismo oficial por haber sido agredida. Ya ven ustedes.
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Bueno, y hoy seguiremos a vueltas con el análisis de la famosa sentencia, además de estar, ya les digo, con el ojo puesto en cuáles son los actos de sabotaje, esa suerte de sabotaje urbano previsible que crea el caos con la complicidad de la Generalidad. Lo más fascinante de todo es que esto ocurre con la complicidad de la autoridad, que es quien anima a decir que estas cosas pasan.
Además, miren, oiga, colapsar El Prat o cortar el ave tampoco precisa de masas oceánicas. Precisa de cientos de miles de personas. No, no, si, oiga, unos cuantos cientos pueden crearse un destrozo. Pero qué le vamos a hacer.
Muchas reacciones a lo largo del día. Y lo que se puede hacer tanto en un caso como en otro, primero, es aplicar los reglamentos, la ley y el orden. Eso lo tienen que hacer las fuerzas de seguridad. Y después la sentencia darle la vuelta por un lado y por otro y leerse las 413 páginas que llevan a una lectura fácil de 8 horas para entenderla entera.
Una sentencia que sí que es evidente que hoy contempladas las reacciones podemos decir que ha contentado a pocos. Desde luego, ha soliviantado a los previsibles. Y esos previsibles, los que ayer salían a la calle a amargarle la vida a los propios catalanes, ni van a desgastar España ni van a cortar España. Le harán imposible la vida a los catalanes que quieren hacer las cosas normales: ir a comprar el pan o llevar a sus hijos a los colegios o coger un avión para viajar a donde tengan que ir. Ahora, eso sí, van a tener que gestionar la frustración que ha sido creada por aquellos que no han llegado a la independencia, sino a la cárcel.
Lo impresionante de todo esto es que todo ese movimiento de tablero político, de tablero político y social, a lo largo de unos cuantos años lo que ha llevado es a individuos a la cárcel. Ahora, si quieren ustedes le echamos un vistazo a la unanimidad de los magistrados, que era el objetivo fundamental que buscaba el presidente de ese tribunal.
Una unanimidad que, al parecer y a decir de los que técnicamente tienen mucho más criterio para juzgar este tipo de cosas, era fundamental para posibles y ulteriores recursos que se van a producir. Ahora bien, esa unanimidad de los magistrados no ha correspondido a otra unanimidad en el acuerdo de quienes esperaban esta sentencia: tanto la opinión pública como muchos sectores judiciales. Se han sacrificado decisiones más contundentes, la rebelión, tal vez reclamadas, más reclamadas, y se han sacrificado a cambio de la unanimidad, lo cual...
Es verdad que algunas perplejidades se entienden y más de un cabreo también se entiende, por ejemplo, el de la Fiscalía. El Tribunal ha acreditado el uso de la violencia, pero ha dicho esa violencia no podemos demostrar que fuera ordenada por aquellos que, además, pusieron en marcha este proceso. En cualquier caso, no fue suficiente, la hubo. Hubo violencia. Y después ha rebajado la densidad penal por el íntimo convencimiento de que era una quimera, que es lo más sorprendente de todo.
Lo que hicieron lo hicieron patra forzar una negociación, lo cual, evidentemente, es un juicio de valor que hace el tribunal. Es decir, ¿cuál es la lectura de los hechos? Oiga, ahí están. En el diario de la Generalidad, en el del Parlamento, están todos los pasos que se dieron. Ah, iban de farol. Bueno, pero eso es un juicio de valor que hace el tribunal. ¿De verdad que si fuera una quimera, una quimera simplemente es lo que hizo intervenir al Rey nada menos? ¿O marcharse a las 5.000 empresas que se fueron y, por supuesto, no han vuelto?
Hoy hay algunos comentarios editoriales en la prensa catalana muy interesantes. El de 'La Vanguardia', como siempre, haciendo los equilibrios estos, los ejercicios de funambulista, de los chicos del Conde de Godó, que dice que las movilizaciones son comprensibles. Ahora, también dice, y tienen razón, que no van a resolver los problemas comunes.
Miren, la sentencia es un antes y un después porque el procés finalmente ha llegado al borde del precipicio y se ha demostrado que la unilateralidad solo lleva a la cárcel. Ahora todos estos profetas seguramente se van a llenar la boca con proclamas, con amenazas, pero vamos a ver si lo ponen por escrito en un papel oficial porque ya saben que eso lleva a la cárcel, aunque luego la llave de la celda la tenga la Generalidad de Cataluña, pero te lleva a la cárcel.
Y esto invita indudablemente a una pregunta que nos venimos haciendo esta mañana y que ciertamente nos hacemos desde hace bastantes días, una vez publicada la sentencia: Oiga, la factura en Cataluña de todos estos años, ese niñaterío aborregado saliendo a la calle, siguiendo consignas y proclamas, criados en semilleros del odio, ¿la factura quién la paga?
La sentencia, es verdad, no elimina de golpe el independentismo, pero recuerda a los que han de hacer política que solamente hay salida mediante el respeto a la ley. Fuera de la ley está el descampado, y el descampado te lleva a la cárcel. Fuera de la ley no hay ni siquiera legitimidad.