Cristina, madre víctima de violencia filio-parental: “Hay que pedir ayuda y no tener vergüenza ni miedo”

Esta madre superó su problema gracias a la Fundación Amigó

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Cristina, madre víctima de violencia filio-parental: “Hay que pedir ayuda y no tener vergüenza ni miedo”

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

La violencia intrafamiliar, aquella que se produce de padres a hijos, está más presente en nuestra sociedad de lo que creemos.

La Fiscalía de Menores certifica que en 2020 se abrieron casi 4.700 expedientes a menores en nuestro país por agresiones a sus padres. A pesar de ello, la violencia filio-parental en nuestro país se redujo en un 7% respecto a 2019. Aunque estos datos solo reflejan la punta del iceberg.

Muchos casos no llegan al sistema judicial y están fuera de las estadísticas. En algunos casos, por miedo o vergüenza y, en otros, porque gracias a la intervención de entidades como la Fundación Amigó, que trabaja en la resolución de conflictos entre los adolescentes y sus familias, logran revertir la situación sin la necesidad de tener que llegar a los juzgados.

Es el caso de Cristina y de su hija Paula. Cristina es una madre separada que tiene dos hijos y que tuvo problemas con la pequeña, con Paula. Unos problemas que empezaron cuando la niña tenía 13 años, “cuando cuestionaba las normas de convivencia que teníamos en casa”, relata Cristina en ‘Herrera en COPE’.

A todo esto, hay que sumar que Paula pasaba del colegio al Instituto. Como recordamos, Cristina es una madre separada por lo que “Paula estaba con su padre cada 15 días, pero aquello no era una convivencia seguida, la niña no tenía normas de convivencia…” Y fue un día, recuerda Cristina “cuando Paula decide irse a vivir con su padre porque allí no se le cuestionan normas ni nada”.

La situación que estaba viviendo Cristina no era nada fácil, además tampoco ayudaba que su otro hijo la viviera. Así que decidió pedir ayuda a la Fundación Amigó y “gracias a ellos he conseguido salir adelante”.

Por eso, Cristina aconseja a los padres “que pidan ayuda y no sientan vergüenza ni miedo en contar los que les pasa”, asegurando que “de esto se sale”, eso sí “hay que tener paciencia, mucha frialdad y mucha seguridad en lo que se dice, y seguir las pautas que dan desde la Fundación”, porque como bien dice Cristina “esto no es una pastilla que te dan hoy y mañana se pasa, esto es mucho más, esto es tiempo”.

Tras la ayuda de la Fundación Amigó, hoy día, la relación de Cristina y su hija es “una relación madre – hija normal” confiesa alegre Cristina, “en la que no hay insultos ni golpes”.

EN QUÉ CONSISTE LA TERAPIA DE LA FUNDACIÓN AMIGÓ

Una vez que hemos conocido uno de los casos en los que la Fundación Amigó ha contribuido a mejorar la relación entre madre e hija, queremos conocer en qué consiste la terapia y de qué manera trabajan.

Hablamos con la psicóloga que ha llevado el caso de Cristina y de Paula. Se llama Paula Rocamora y trabaja en el Proyecto Conviviendo, de la Fundación Amigó.

Paula nos explica algunos de los tipos que existen de violencia filio-parental, incidiendo en que no solo ha de ser los físico sino también “la violencia psicológica, las agresiones verbales, las humillaciones los desprecios…y la violencia económica como el robo de dinero o el uso de la tarjeta de crédito”.

La psicóloga cuenta que actúan con familias en las que los hijos tienen aproximadamente entre 10 y 18 años y que se ponen contacto con ellos de forma voluntaria. Por eso, resalta que ha de haber “un mínimo de implicación de la familia de cara a la intervención y han de entender que es un trabajo que tienen que realizar en conjunto, cada uno de los miembros tiene que estar dispuesto también a trabajar”.

Y, en este sentido, reconoce Paula que lograr la implicación del menor no es tan difícil como puede parecer en un primer momento, por lo que es fundamental “crear un vínculo terapéutico con ellos” y empezar a trabajar.

Lo que hay que tener en cuenta es que cada familia es un mundo y las intervenciones no siempre son iguales. La mayoría duran unos nueve o diez meses. Lo que no cambia es el método que se realiza de la siguiente manera:

-A nivel individual trabajamos con los menores a efectos de la responsabilidad, el autocontrol, la resolución de conflictos, la comunicación, etc.

-A nivel individual, con los progenitores trabajamos pautas educativas, entre otras cosas.

-A nivel conjunto: terapia familiar

-A nivel grupal: con escuela de padres y madres y escuela de adolescentes

Una vez terminada la intervención, cuando las cosas se han estabilizado, llega el momento del acompañamiento que consiste en un seguimiento en el que se da “un periodo de dos-tres meses en el que vuelven presencialmente para saber si están funcionando los cambios y si es así, vamos espaciando las sesiones de revisión”.

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