La curiosa historia de David, de joven incrédulo a abad de Covadonga: "He sido creado por amor y para amar"

David Cueto fue a la JMJ por diversión, allí se encontró con Dios, se entregó a Él y ahora ha sido nombrado Abad del Santuario de Covadonga

Ana Medina

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Es común oír a muchos padres quejarse de la fe, o poca fe, de sus hijos. Les gustaría haber sabido trasmitirles mejor el Evangelio, les parece que han acertado poco. Y es que la fe de los jóvenes es siempre un misterio porque tiene mucho de ejemplo, pero también de don que, en determinadas edades, se hace difícil buscar y recibir. 

Sin embargo, Dios es el Dios de la creatividad. Y cuando menos lo esperas, te sorprende. Es lo que narra en primera persona el testimonio de David Cueto, recientemente nombrado abad de Covadonga.

David había crecido en una familia cristiana, pero poco a poco se alejó y dejó de ir a la iglesia. A los veintitantos años estaba bastante despistado, aunque en búsqueda de sentido. «Era un chico de esa edad, como todos. Recuerdo que me sentía a veces encorsetado en la sociedad, La sociedad me decía que un chico de mi edad tiene que ser así, así y así, y estas son mis expectativas. Y a mí se me quedaba corto. Estaba en búsqueda».

la confesión que salvó la vida a david

En 2005, su hermano le propuso ir a la JMJ de Colonia. Aceptó pensando que sería divertido, y bueno, pues, ¡vaya sí lo fue! Lo primero que cuenta es que se sintió muy arropado, entre jóvenes con una alegría y una fraterni dad que no había visto antes. Y lo que no esperaba era tener de “compañeros” de fiesta a obispos, sacerdotes, religiosas… Y a Alguien más, que le esperaba allí.

«En un encuentro de españoles, yo tuve una moción, por decirlo así, que me empujó a confesarme. Y en esa confesión, lo descargué todo y se me dio esa claridad, esa certeza de que existía un Dios que me estaba esperando y que me amaba y que iba a hacer conmigo un camino de sanación».

David no volvió el mismo. Estaba cambiado. «No es lo mismo vivir con Cristo que vivir sin Él -afirma-. Desde aquella JMJ, yo no me he vuelto a sentir solo. Tengo la certeza de saber que no estoy solo y de que he sido creado por amor y para amar y eso a mí me ha llenado de sentido la vida.

Desde aquella JMJ han pasado casi 20 años y muchas cosas en la vida de este asturiano. A su regreso no dejó de contarle a sus amigos que había descubierto que Dios existe y que algo tendría que hacer porque aquello lo cambiaba todo. Le fascinó la vida de Iglesia, vivir la fe en comunidad. Fue profundizando en su fe, en su vocación y descubrió la llamada al sacerdocio, consagrándose a Dios. Hoy, aquel chico despistado que fue a Colonia buscando pasarlo bien, acaba de ser nombrado nada menos que abad del Santuario de la Virgen de Covadonga, una misión que define como preciosa. El Santuario recibe cada año más de un millón de peregrinos de los cinco continentes, que van a encontrarse con la Madre, con la Santina: «La iglesia me ha pedido que sea custodio de la Virgen, que quiera y que cuide a la Virgen y que quiera y que cuide a los hijos de la Virgen y yo lo hago con ilusión, con mucha alegría, con mucho cariño, también consciente de la responsabilidad que exige esta llamada especial», confiesa. «Le pido al Señor que me dé la fuerza para cumplir lo que me pide».

David termina con un consejo para los jóvenes y adolescentes: «La fe y la Iglesia hoy en día en muchísimos jóvenes no está presente. Ni siquiera se lo plantean, no está ni en su vocabulario ni en su pensamiento, absolutamente para nada. Pero sí tienen preguntas acerca de su existencia, acerca del sentido de las cosas, del sufrimiento, del mal, de tantas cosas... yo lo que les diría es que se atrevan a preguntarle todas esas cosas a la Iglesia y a Jesucristo».