Fátima Benito: "Soy testigo de que Dios está presente hasta en los confines del mundo"

En el DOMUND, esta misionera en Papúa-Nueva Guinea comparte su testimonio en La Linterna de la Iglesia

Ana Medina

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Este domingo Mundial de las Misiones, el DOMUND, tuvo su origen en una mujer, una joven laica, de tan solo 20 años, la francesa Pauline Jaricot. Fue el germen de la Obra de Propagación de la Fe, fundada en 1822. Y hoy, también son mayoritariamente mujeres las misioneras repartidas por el mundo: un 53% de los más de 6.000 misioneros españoles que están ahora mismo en tierra de misión son mujeres. Entre ellas se encuentra Fátima Benito, de Burgos, religiosa del Instituto de Hermanas de los Ancianos Desamparados, que ha estado 15 años en Filipinas y que ahora está en Papúa Nueva Guinea.

Ella está en Alotau, al sureste del país, desde hace dos años apoyando una misión que está arrancando un centro de atención a ancianos, el Hogar Sagrada Familia.

«Es una zona muy deprimida, muy pobre, donde realmente los servicios básicos no están atendidos. Estamos intentando abrir una casa para atender a los ancianos, ayudar a las familias a cuidar de sus ancianos. Por cultura quieren cuidarlos, pero realmente por falta de medios no pueden. Tenemos ahora mismo cinco ancianos y planeamos mejorar la casa y las habitaciones para poder atender a más», nos cuenta desde allí.

La comunidad de Fátima está compuesta sólo por tres hermanas, pero entregan hasta el último minuto de sus días al mandato del Señor. Su labor no se limita solo a los mayores, sino también a sus familias, a su entorno. Allí tienen muy arraigado el cuidado de los ancianos, pero sufren tanta carencia que no pueden atenderlos. «Tratamos de apoyarlos en la educación a la familia, para ayudarles a ver cómo hacerlo, y cómo ellos también pueden mejorar su nivel de vida. Junto al cuidado a los propios mayores, esa es nuestra aportación: vivir con ellos, enseñarles cómo poder mejorar y, sobre todo, dar un poco más de dignidad a las personas mayores».

Y es que las familias en Alotau, una zona muy deprimida, se encuentran con la obligación de elegir entre alimentar a los mayores o a los hijo. Pero Jesús nunca les desampara, y por eso están ellas allí.

Fátima ha vivido recientemente un fuerte espaldarazo a su misión. Pudo acudir al encuentro de religiosos de la visita del Papa y encontrarse con él, saludarlo, darle la mano. Ha vivido, además, en primera persona el poderoso efecto que ha tenido en la esperanza de este pueblo la visita de Francisco: «Ha sido un revulsivo para el país, ver que una persona tan importante como él piense en ellos, quiera visitarlos, ¡los ame! Porque lo que el Papa mostró es cómo los ama, que se interesó por ellos, se preocupó por ellos. Ha sido precioso y, personalmente, para mí ha sido lo mejor que me ha podido pasar porque me ha confirmado en mi misión y me ha dado muchísima fuerza»

      
             
      

Ella y otros misioneros españoles se han visto muy apoyados en esa preciosa tarea que llevan entre manos con los más pobres de entre los pobres, los mayores.

Este domingo se nos invita a poner estos rostros a nuestro donativo y nuestra oración en el Domund. Para ella, la clave es «sentirnos todos una gran familia, seguros de que realmente Dios está presente hasta los confines del mundo. Y de eso soy testigo. De que Jesucristo, en el Sagrario y con su Espíritu Santo, está presente hasta los confines del mundo. El Domund nos mueve a acordarnos de estos hermanos nuestros que por desgracia viven más necesidad. La ayuda económica llega, y sobre todo la oración».

¿Podemos ser misionero desde aquí, cada uno de nosotros? Fátima lo afirma sin dudar: «La evangelización es hacer eficaz la redención. De lo que se trata es de no olvidarnos de Jesucristo. Allá donde estemos, donde vivamos, con quien vivamos, decir que merece la pena conocer a ese Jesucristo que murió y resucitó por nosotros y que nos espera en el cielo. La verdad: merece la pena, aquí y en Papúa».