La vocación es una llamada a vivir nuestra fe en cada aspecto de nuestra vida

El monólogo de Irene Pozo en La Linterna de la Iglesia

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En alguna ocasión hemos hablado de lo importante que son nuestros jóvenes en la sociedad y en la Iglesia. Al fin y al cabo ellos son parte de las futuras generaciones que llegarán. Pero el Papa insiste a menudo que no sólo son el futuro, son el presente, el ahora de Dios. Y es una idea que no debemos dejar pausada como muchas veces sucede.

Estos días, escuchando a la gente de las zonas afectadas por la DANA, muchos de ellos lo decían. Agradecían especialmente la ayuda de los jóvenes. A veces, estas situaciones tan extremas, son las que nos llevan a cambiar la mirada hacia quienes tantas veces hemos llamado la generación de cristal y están demostrando una fortaleza, solidaridad y compromiso ejemplar. Yo prefiero verlos como una generación de esperanza. Tienen la capacidad de romper barreras y de traer un nuevo aire a nuestras comunidades.

Nos cuesta abrir los ojos a determinadas realidades. Ahora que estamos preparando esa gran fiesta para el mes de febrero que va a ser el Congreso Nacional de Vocaciones, no los perdamos de vista, porque el trabajo que desempeñan en la Iglesia también tiene un papel fundamental. Lo vemos en Valencia, pero hace poco más de un año lo vimos en Lisboa con los más de 100 mil jóvenes españoles que participaron…

El Papa Francisco, en su exhortación "Christus Vivit" fruto del Sínodo de los Jóvenes, nos recuerda que son una parte vital de la Iglesia. Y nos invita a escuchar sus voces, a acompañarlos en su camino y a reconocer que tienen mucho que ofrecer. No hay duda de que su energía, su creatividad y su deseo de hacer el bien son un regalo para todos nosotros. Sin embargo, también debemos ser conscientes de los desafíos que enfrentan. La salud mental en el trabajo y en la vida cotidiana es una preocupación creciente. La presión, las expectativas de futuro o la incertidumbre pueden ser abrumadoras.

Volviendo al tema de las vocaciones, es esencial recordar que cada uno de nosotros, como cristianos bautizados, tiene una misión única y especial en este mundo. La vocación no es solo una llamada a la vida religiosa o al sacerdocio, también es una llamada a vivir nuestra fe en cada aspecto de nuestra vida.

Así que, al mirar hacia adelante, recordemos que cada joven tiene una vocación única. Animémoslos a descubrirla, a abrazarla y a vivirla con pasión. Juntos, podemos construir una Iglesia más auténtica, donde cada voz sea escuchada y cada don sea valorado. La esperanza está en ellos, y con su ejemplo, podemos decir adiós a la generación de cristal y dar la bienvenida a una generación de líderes, soñadores y portadores de esperanza.