Conoce la intrahistoria de la corona del Cristo de Mena

Una tradición familiar unida a esta Congregación que procesiona cada Jueves Santo en Málaga acompañada por la Legión

Ramón y sus nietos con la corona a medio terminar
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Ramón y sus nietos con la corona a medio terminar

Redacción Religión

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La Cofradía de Mena es de sobra conocida en toda España. Sus titulares, el Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Soledad, son esperados en las calles de Málaga cada Jueves Santo en su estación de penitencia, que acompaña la Legión cantando el famoso “novio de la muerte”.

Ver procesionar al Cristo de Mena y Nuestra Señora de la Soledad emociona y ayuda a vivir estos días con más fervor y devoción. Pero hay una intrahistoria que no muchos conocen, y que protagoniza una familia malagueña.

Esta familia, hermana de la cofradía desde la cuna, nos ha compartido. El protagonista principal es Ramón Gómez Ravassa. Él es congregante de Mena desde los nueve años, una devoción que ha transmitido a sus tres hijos, siete nietos y ahora a sus dos bisnietos. Cada Cuaresma, esta familia se reúne en torno a una tradición especial: hacer la corona de espinas del Cristo.

Todo empezó en 1987, como nos explica él mismo: «Le había contado al hermano mayor que antiguamente se le hacía al Cristo una corona con espinos que, después de Semana Santa, se le daba como recuerdo a algún benefactor. Hablamos de la posguerra, así que cualquier ayuda era muy valiosa. A él le pareció bien recuperarlo y me dijo: «hazla tú». Y desde entonces, todos los años se ha hecho una corona, además de para el centenario y para el Via Crucis presidido por el Papa en Madrid por la JMJ de 2011».

"Ponerle la corona de espinas al señor"

El proceso comienza con la recepción de los espinos, unas dos semanas antes de Semana Santa. Estas ramas se cortan, limpian, trenzan y ensamblan para que puedan secarse en forma circular y después poder ajustar ya definitivamente la corona a la imagen, el Sábado de Pasión. «Ha habido años en que han venido hasta mis siete nietos a cortar espinitas. Eso me llena de satisfacción. Se termina todo cuando el Cristo ya está en el túmulo, en la semana de Pasión, de forma que se ajuste perfectamente y que respete al máximo la policromía, que no le haga daño a la imagen. La colocación definitiva es por parte de las autoridades, el Sábado de Pasión». 

«Vivirlo en familia, con mis tres hijos, siete nietos y dos bisnietos, es un honor para mí. El proceso de elaboración es un momento de encuentro especial, como una fiesta familiar, digamos. Nos pinchamos, nos reímos… Pero el ponerle la corona al Cristo, tienes que hacer un esfuerzo para superar la resistencia humana de darte cuenta de que tú estás poniendo la corona de espinas al Señor. Eso es duro, emociona. Lo haces porque sabes que es para bien, que estás contribuyendo a esa catequesis que son nuestras procesiones»,  señala Ramón.

Desde hace 12 años, se unió a Ramón su nieta mayor, Marta Gómez de Lara, y ahora se ha unido un segundo, Nono Gómez Rodríguez. «Lo siento como un honor que tiene mi familia, y que gracias a Dios seguimos manteniendo». «A mí me sigue poniendo los pelos de punta. No sé describirlo con palabras. Es más que un sentimiento, es amor, compañerismo… y el momento de la primera prueba, siempre me tiemblan las piernas», confiesa Marta. «De pequeño lo veía y disfrutaba, ahora que he crecido, me he unido al equipo y aprecio cada vez más lo que hacemos. Cuando empezamos la corona, siento que ya queda nada para el Jueves Santo, y poder acompañarlo en la calle», añade Nono.

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