EN 'LA LINTERNA'

Bustos: "En el PP, elegir a un líder legitimado por el voto de la militancia es una buena noticia"

Jorge Bustos trae a 'La Linterna' el 'Bueno, el feo y el malo' de la semana: María Dolores de Cospedal, Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Reconozco que la batalla por el poder en el PP me tiene fascinado como solo nos fascinan los fenómenos que vemos por primera vez. El PP ha sido siempre un partido jerárquico y disciplinado donde uno mandaba y los demás obedecían, así que ver a siete candidatos pelearse libre y resueltamente para estrenar este ovni de la democracia interna me entretiene muchísimo. Pero no es solo un entretenimiento: dirimir abiertamente esas diferencias y elegir a un líder legitimado por el voto de la militancia es una buena noticia para el crédito renovador del futuro PP, aunque ahora todo parezca caos y peligro de fractura y precipicio apocalíptico. Vamos a hablar por tanto de los tres candidatos que parten como favoritos, y a cada uno le adjudicaremos no el papel que yo crea que les encaja sino el que les adjudica la opinión pública del entorno del PP. Empecemos con el bueno, o mejor dicho la buena.

"Cospedal salió muchas veces a dar la cara por el partido y otras se la partieron"

La Buena: María Dolores de Cospedal

Porque es así como ella se presenta y como la presentan sus partidarios. La dirigente abnegada que salió tantas veces a dar la cara por el partido y otras tantas se la partieron. La figura materna de una formación que durante las peores crisis mediáticas del marianismo nunca se escondió, sino que reconfortó a la militancia y a los cuadros territoriales desplazándose allí donde se la necesitaba. La mujer decidida, representante de una derecha reconocible y leal, por más que no haya sido agraciada con una oratoria particularmente brillante. De todo esto va Cospedal, y falta saber si los militantes están de acuerdo a la hora de emitir su papeleta.

 

El Feo: Pablo Casado

No por sus facciones regulares y demasiado aniñadas según sus detractores, sino porque es así como él mismo se presenta por culpa del “juego sucio” que atribuye a quienes dan pábulo a sus problemas curriculares. Él se ha lanzado a la carrera sucesoria cuando ya se le habían abierto investigaciones por supuesto trato de favor académico en sus tiempos universitarios, y sabía que una juez puede intentar elevar su caso al Supremo para que sea imputado; una noticia que, de producirse, cubriría de fealdad su candidatura. Sin embargo, Casado no solo está convencido de su inocencia, sino también de que encarna la genuina renovación, la frescura que no traiciona la esencia fundacional del PP, y además se configura como la tercera vía entre dos damas irreconciliables que hacen temer la purga de la facción rival en caso de victoria. De modo que Casado, por el escrutinio de los medios a su titulación y por la bisoñez que tratan de exagerarle sus contrincantes, parece el feo de la pelea. Pero no sería la primera vez que el feo se termina convirtiendo en el príncipe de la boda.

 

La Mala: Soraya Sáenz de Santamaría

A quien adorna una fama tremenda de poder sombrío, de capacidad de manipulación, de maquiavela de los dosieres capaz de lograr que el favorito Feijóo ni siquiera se atreva a concurrir a las primarias por miedo a lo que le puedan sacar los medios receptores de las filtraciones letales de la ex vicepresidenta. Luego ves a Soraya, hablas con Soraya, oyes a Soraya y no te parece para tanto como dicen de ella, pero igual también esa apariencia inofensiva forma parte de su letal repertorio. Lo que sí está claro es que Santamaría simboliza la gestión frente a los principios demasiado definidos, la experiencia de Gobierno frente al calor ideológico de una sigla que bajo los mandatos de Rajoy ha perdido identidad, y de esa pérdida responsabilizan directamente a Soraya sus adversarios. Dicen que si gana nacerán en España dos partidos: el PP auténtico que se segregará del nuevo PP sorayo. No sé yo si será para tanto, pero en cualquier caso la suerte está echada. Solo puede quedar uno. O una.