Diego Garrocho: "Si evaluamos todo lo ocurrido durante los últimos diez años, el saldo final de lo que trajeron iglesias, Errejón y compañía, es catastrófico"

El profesor de Filosofía explica en 'La Linterna' si se puede separar las ideas de alguien de los hechos que comete

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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Pues esa pregunta es relevante y obviamente la caída de Íñigo Errejón la hace enteramente pertinente en estos días, aunque naturalmente no es el primer caso. La historia está llena de ejemplos en los que se ha intentado desacreditar un conjunto de ideas por el mero hecho de que quienes las defendieron no tuvieron conductas ejemplares. Pero no vayamos por el camino rápido.

Es sabido, por ejemplo, que Thomas Jefferson, uno de los padres de la independencia americana y a la sazón el tercer presidente de los Estados Unidos, fue un esclavista y un racista impenitente y, pese a todo, gran parte de su ideología ha sido parte fundamental en el asentamiento de las democracias occidentales. Pero, ¿puede la miseria de un hombre arrastrar consigo una ideología al precipicio? Por tentador que pueda parecer, creo que la respuesta es que no. 

Sería un atajo ventajista intentar liquidar las ideas promovidas por el Errejón y su entorno a la vista de unos hechos que revisten una enorme gravedad y que, justificadamente, exigen responsabilidades políticas. Pero si debo ser sincero, creo que se equivoca una parte de la derecha que criticó con razón en su momento que lo personal fuera necesariamente político y que ahora intenta obrar un oportunismo intentando saldar una ideología por acontecimientos que solo son imputables a quien los cometió y a quienes ahora, catastróficamente, lo están gestionando. 

Las malas ideas, y las de Podemos lo eran, se combaten con buenas ideas y con hechos, y si echamos la vista atrás y evaluamos todo lo ocurrido durante los últimos diez años, el saldo final de lo que trajeron iglesias, Errejón y compañía, es catastrófico. Pero pese a todo, creo que es un error concentrarnos en los defectos de los hombres, que son siempre falibles. El problema fundamental de lo que algunos llamaron nueva política no estaba en las personas, estaba en los fundamentos populistas de aquel proyecto.