Diego Garrocho: "Una de las funciones más singulares del lenguaje es su capacidad sanadora; hay palabras que salvan"
El profesor de Filosofía reflexiona sobre la función de la voz en los seres humanos y qué dicen los clásicos sobre ella
Madrid - Publicado el
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¿Has pensado alguna vez sobre filosofía y la voz? Pues por supuesto que sí. Galeno, en su De Usu Partium, sostuvo que la naturaleza fue previsora al imponernos la necesidad de tomar aire, convirtiendo ese aire exhalado en materia para la voz. Ese aire el que exhalamos es una suerte de detritus, pues según explicó el médico griego, es una materia que de otro modo se haría inservible.
Seis siglos antes, Platón en El Timeo ya había definido la voz, foné, como el choque transmitido hasta el alma a través de los oídos gracias a la intermediación del aire, del cerebro y de la sangre.
El que los humanos podamos tener voz es algo que nos distingue de todos los demás animales. Aristóteles, por ejemplo, nos definió como un ser dotado de palabra, pero insistió además en la condición oral de nuestra naturaleza. Los animales pueden expresar sonidos básicos, pero nosotros estamos provistos de recursos vocales que nos permiten, por ejemplo, deliberar acerca de lo justo y de lo injusto.
Gracias a que tenemos voz podemos preguntarnos, por ejemplo, acerca del bien, la verdad y la belleza. Las palabras que emitimos con nuestra garganta no son meros signos orales, sino que también son un recurso que debemos administrar con precaución, ya que con las palabras podemos herir o acompañar, con un solo golpe de voz podemos hacer daño, podemos también formular una declaración de amor.
Creo, pese a todo, que una de las funciones más singulares del lenguaje y especialmente del lenguaje oral es su capacidad sanadora. Hay palabras que sanan y salvan. No en balde, en 1958, el profesor Pedro Lain Entralgo escribió un libro que llevaba por título precisamente la curación por la palabra. Cuidar lo que decimos es una forma de cuidar a los demás e incluso de cuidarnos a nosotros mismos.