Diego Garrocho: "Casi me conformaría con que no juzgásemos para, al menos, hacer el mundo un poquito más soportable"

El filósofo Diego Garrocho habla sobre la situación de Valencia, la gestión por parte de la clase política y de la opinión ciudadana

David Nieto Cortés

Publicado el

2 min lectura

      
      
             
      

¿Estamos opinando demasiado sobre todo? Pues me temo que opinamos siempre demasiado. Pero esa frivolidad, que es perdonable en tiempos de normalidad, se vuelve insoportable cuando la realidad juzgada es tan grave como la catástrofe que está viviendo la Comunidad Valenciana. Basta una mirada a las redes para entender que la conversación no es que esté rota. Es que se ha convertido en una reunión de personas neurotizadas donde el juego de posición, la acusación permanente y las categorías superlativas están destruyéndolo todo.

Ese era el prestigio que tiene la crítica y la acusación que estamos viendo a personas que ya no simplemente se juzgan a políticos, que eso sería hasta razonable, sino que hay incluso quien piensa que puede tener una opinión robusta sobre todo, sobre la manera en la que se debería gestionar una crisis, por ejemplo, de extrema complejidad. Hablo de personas que apenas son capaces de gobernar con un mínimo de soltura su propia biografía o incluso su semana, y están dando lecciones a vecinos de Paiporta, al ejército, a la AEMET, sobre cómo se tendrían que hacer las cosas.

Por cierto, son siempre los mismos. Hace unos años eran vulcanólogos, luego se volvieron virólogos, después se hicieron catedráticos de derecho constitucional, estadistas y ahora son también expertos en la gestión de catástrofes, y todo me temo sin haber leído un libro. A Michael Ignatieff le leí una vez que vivimos en un mundo sin misericordia, y creo que un mínimo de cordura en el juicio, y hasta de perdón y de prudencia con los errores ajenos, sería imprescindible.

Hoy voy a hacer un poco de trampa, y en lugar de cerrar con una cita filosófica, me voy a refugiar en otro texto, aunque también es un texto antiguo del Mediterráneo Oriental cargado de valor sapiencial. Me crínete, se lee en el Evangelio de Mateo. No juzguéis, vendría a traducirse ese verbo crino, que comparte por cierto la raíz con la palabra crisis.

Casi me conformaría con que no juzgásemos o que no lo hiciéramos al menos de forma superlativa y permanente, pero no ya para que no nos juzgan a nosotros, sino para al menos hacer el mundo un poquito más soportable. Descansemos un rato, apoyemos a quien lo necesita y bajemos por un instante el dedo acusador. Si la energía que empleamos en escrutar las acciones ajenas, la empleásemos en nuestras propias acciones, a lo mejor ganábamos algo, y nuestra vida, seguro, sería un poquito menos imperfecta.