Diego Garrocho: "Las universidades deberían ser sitios ideológicamente peligrosos, peligrosísimos"

El profesor de Filosofía reacciona a la decisión de Harvard de cancelar las clases debida a la "decepción por el resultado electoral"

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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¿Deben existir espacios seguros en el colegio, en el Instituto o en las universidades? Tras la victoria de Donald Trump, algunos profesores de Harvard decidieron cancelar sus clases debido a la decepción que el resultado electoral había generado entre los estudiantes y probablemente también entre los propios docentes. 

Es decir, los alumnos de lo que llegó a ser la universidad más prestigiosa del mundo se han mostrado incapaces de lidiar con una frustración política. Hablamos, recordemos, de un sitio donde los estudiantes son siempre mayores de edad.

La suspensión de las clases de Harvard tras las elecciones estadounidenses puede parecer una anécdota pero en el fondo es el síntoma de la deriva que desde hace décadas han tomado las universidades en el mundo anglosajón. Más allá de la falta de cultura democrática que demuestran estos jóvenes la medida encaja perfectamente con ese propósito de convertir las universidades en 'espacios seguros'.

Y cuidado, porque no debe pensarse que la universidad como espacio seguro tiene que ver con esa seguridad real o con la erradicación de los delitos. En América, cuando se habla de espacios seguros, se alude a lugares ideológicamente homogéneos donde nadie se puede atrever a desafiar los prejuicios de nadie.

Ángel, en mi opinión, las universidades deberían ser sitios ideológicamente peligrosos. ¿Qué digo peligrosos? ¡Peligrosísimos! Pues si la sabiduría y el conocimiento sirven para algo, es para poner a prueba nuestras propias creencias. Uno va a la universidad para sacudirse el polvo de sus circunstancias particulares, de su pueblo, de su etnia, de su grupo, y para encontrarse con personas diferentes a uno mismo. Un aula universitaria debe ser siempre un espacio hostil para quienes desean mantener sus certezas a salvo de la duda y de la crítica.

Y un último apunte. Lo de Estados Unidos no es una guerra de Trump contra las universidades, sino que tanto Trump como la debacle de la academia estadounidense parecen ser signos inequívocos de una misma decadencia.

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