Luis del Val: "Esos diez minutos de leve huelga son tan solo un aviso de que la inflamación de las narices llega incluso hasta las napias de los sosegados jueces"
El periodista denuncia el nepotismo político y la degradación de la justicia en España

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Yo creo que es un mal ejemplo para la sociedad que una chica con escaso vocabulario y floja formación pueda ser nombrada ministra e ingrese unos 80.000 euros anuales, aparte de coche oficial y dietas. Es un sueldo inferior, además, a la media europea. Pero todavía es más injusto que un médico, tras seis años de facultad y buenas notas, cobre unos 1.500 euros como médico interno residente.
Y es denigrante que una juez que se ha pasado dos, tres, cuatro años preparando unas difíciles oposiciones logre aprobarlas y, como recompensa a sus esfuerzos, le paguen algo más de 1.700 euros brutos al mes. Menos mal que viene el ministro de Justicia, el excelentísimo señor don Félix Bolaños García, y va a aprobar unas leyes donde, para llegar a ser juez, no habrá que estar dos, tres o cuatro años estudiando, nada. Bastará con aguardar el cuarto turno y, si eres amigo o militante del partido que esté en el poder, te entrarán por la puerta reservada a los amiguetes y serás juez sin tener que memorizar leyes ni tener que demostrar tu sólida preparación.
En unos cuantos años, un gobierno habilidoso puede trufar la carrera judicial de licenciados en Derecho pero con derecho a pernada de juez, y conscientes de que los ciudadanos no deben ser iguales ante la ley porque los fachas son malvados y a esos no hay que darles ni agua en los interrogatorios.
Esa huelga de diez minutos, efectivamente, no es una vuelta de tuerca para nada ni para nadie, pero es un toque de atención del hartazgo de una sociedad que observa con asombro que un ministro de Justicia hable mal de los jueces, lo que vendría a ser algo así como si la ministra de Defensa hablara mal de los militares.
Es un toque de atención a la corrupción evidente de unos fiscales convertidos en sospechosos criados del gobierno gracias a la subjetividad y parcialidad de un fiscal general del Estado convertido en fiscal particular del presidente del gobierno, y un presidente del Tribunal Constitucional que, fiel a su consigna, logra llenar de polvo su toga por los caminos de la sospecha.
No sé si huele a podrido en Dinamarca, pero aquí en España apesta nepotismo, podredumbre, perjurio, delito, deshonestidad, impudicia y desvergüenza. Y esos diez minutos de leve huelga son tan solo un aviso de que la inflamación de las narices ante tanta corrupción llega incluso hasta las napias de los sosegados jueces.