Luis del Val: "El nacimiento es un acto de injusticia"
El periodista reflexiona sobre cómo el nacimiento nos coloca en circunstancias desiguales
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En realidad, estaba pensando que el nacimiento es un acto de injusticia. Repito, el nacimiento es un acto de injusticia porque nos arroja a unas reservas genéticas y a un entorno social y económico nada igualitario. Por ejemplo, naces con un padre millonario como Donald Trump y, a lo largo de los años, tienes la oportunidad de ser uno de los soberbios, fanfarrones y groseros más importantes del planeta. O tu madre vive en un ámbito donde lo difícil es encontrar comida, no existe el padre porque huyó y, además, te dejan al cuidado de unas personas que te maltratan, y poco a poco vas entrando en una espiral donde el uso de la fuerza, el robo y la amenaza son rudimentos cotidianos para la supervivencia, y un mal día, a lo peor, matas sin haber llegado a la edad adulta.
Esta injusticia en el reparto de genética, ambientes y economías dispares no exime a nadie de la responsabilidad, y no existen atenuantes ni agravantes si cometes un delito: sea rico, pobre, alto, bajo, inteligente o tonto, salvo la edad. No es lo mismo ser adulto que ser menor de edad. Nada que oponer: debemos proteger a los menores sin duda, pero tampoco tengo ninguna duda de que, además de proteger a los menores, hay que proteger también a los que los cuidan y evitar que un menor los mate.
Debemos hacer un gran esfuerzo para tratar de enderezar y rescatar a quienes han delinquido sin llegar a la mayoría de edad, pero eso no puede presuponer que desprotejamos a sus protectores, porque es importante la reeducación del menor, pero lo es también, y mucho, la vida de sus guardianes. Y a eso nos debemos enfrentar sin isterismo y con racionalidad, como decía Arenal, compadeciendo al delincuente y odiando el delito, pero sin concesiones de bulas al menor, porque la vida de un vigilante es tan importante como la reeducación; más aún, si matan a los guardianes, no sería posible la reeducación.
Esto no es cuestión de bandos, ni de buenos y malos, ni de ideología política; se trata de observar el problema con serenidad y aplicar soluciones inmediatas, no sea que la falta de respuesta incite al contagio de la irresponsabilidad.