Su padre fallece en un accidente en Santiago y, 25 años después, consigue el éxito en lo mismo que le hizo huérfano

Expósito relata la historia de Cleto, que perdió a su padre en la ciudad gallega cuando era niño y, tras varios giros, la vida le ha llevado de vuelta a aquello que le dejó sin él

Paco Delgado

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Cuando Cleto tenía diez años, su padre falleció en un accidente en Santiago de Compostela y, aunque su vida tomó un rumbo diferente, en un rincón de su corazón y su memoria siempre estuvo la forma de ganarse la vida de su padre. Creció sin él y optó por una salida profesional muy diferente: una carrera universitaria y diferentes trabajos temporales, como cuenta él mismo en los micrófonos de La Linterna.

“Trabajaba de profesor de inglés a tiempo parcial para sacar un dinerillo mientras estudiaba”, explica en COPE. Y es que Expósito cuenta la historia de este joven, de origen vallisoletano, que vive actualmente en Nepal, y ha conseguido el éxito precisamente en lo que le dejó huérfano 25 años antes.

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Vista desde el tejado de la Catedral de Santiago de Compostela, UNESCO, Santiago de Compostela, A Coruña, Galicia, España

La infancia de Cleto

Diego Criado del Rey, padre de Cleto, quiso montar de joven una casa rural en la que disfrutar de actividades y deportes de aventura, pero el proyecto no salió adelante. En su lugar creó una empresa de vuelos en globo cuando Cleto solo tenía tres años. “Para que mi padre cogiera experiencia, hiciera horas y tal, pues íbamos a eventos y recuerdo eso, que íbamos a regatas de globos”, cuenta Cleto a Expósito en La Linterna. “Mi madre era la que conducía, la que hacía de equipo de tierra y mis hermanos y yo ayudábamos pues en lo que podíamos”.

“Nosotros éramos tres micos que correteábamos por el campo de despegue, ayudábamos a lo que podíamos, como a poner un velcro, a yo qué sé, a tirar de una cuerda si se podía porque bueno, éramos bastante pequeños”, bromea el joven recordando su juventud. Ayudaban a su padre en lo que podían, y le acompañaron en cada una de sus aventuras y guarda con cariño los recuerdos de aquellos días. “Entonces no había internet ni Whatsapp, y mi madre iba buscando a dónde iba a aterrizar mi padre”, cuenta.

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Globo aerostático

“Nos tenía los tres entretenidos mirando por la ventana como tontos a ver dónde está el globo de papá, a ver dónde está el globo de papá. '¿Lo veis?', nos preguntaba”.

Un accidente en Santiago

Cuando Cleto tenía diez años, su padre falleció en un accidente de globo en Santiago de Compostela y, aunque su vida tomó un rumbo diferente, en un rincón de su corazón y su memoria siempre estuvo la aerostación. “En un momento dado empecé a trabajar como equipo de tierra en Aerotours, en la empresa del amigo de mi padre, de Anulfo. Y estuve como cinco años trabajando como equipo de tierra con ellos de forma esporádica, parcial, los fines de semana”.

En el último año de carrera Cleto se marchó a California a hacer un Erasmus y estando allí se dio cuenta de que echaba mucho de menos el mundo de los globos aerostáticos. Una vez regresó a España, se mudó a Madrid y se sacó la licencia de piloto de globo. “Me puse a volar los fines de semana, me llevaba a mis amigos, yo mientras semana tenía mi trabajo que fue cambiando hasta que llegó un momento en el que me di cuenta de que mi carrera profesional y el enfoque que yo le estaba dando no me hacía feliz”.

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Cleto Criado del Rey junto al rector de la UVa

Así, cuenta que ha ido construyendo los dos mundos a la vez hasta que, en un momento dado de crisis personal, decidió darle una oportunidad a los globos: “me he dado cuenta de que esto realmente es lo que me gusta y lo que quiero hacer”.

Una carrera en lo mismo que le hizo huérfano

Al poco, Cleto dio un golpe en la mesa y decidió romper con su vida y apostar por lo que de verdad le hacía feliz. La decisión suponía hurgar en algunas heridas del pasado. “Yo tenía mucho miedo cuando solté el trabajo en la multinacional, de que iba a pensar mi familia y la realidad es que todo el mundo se lo tomó fenomenal”, confiesa el joven en La Linterna. Incluso, señala, uno de sus mejores amigos le dijo que “ya era hora de que diera ese paso”. “Fue porque tenía un freno emocional importante, pero bueno, no hay nada como romper el cascarón y salir”.

Así, empezó a participar en regatas. En algunas obtuvo muy buena clasificación, pero estas competiciones marcaron un antes y un después en su forma de vivir la aerostación, y respecto a la relación con su padre. “Conocí a mucha gente que conocía a mi padre y a la vez conocí a mucha gente que no había conocido a mi padre, que había oído hablar de él, pero con los que estableció una relación personal propia”. Reconoce que empezó a vivir los globos a través de sí mismo y no a través de su padre. “Fue algo muy especial que me hizo darme cuenta que en realidad esto era una cosa que era también mía”. Su pasión por los globos aerostáticos le ha llevado a Nepal. Allí vuela cada mañana con gente que quiere admirar el país desde las alturas.

“Levantarte todos los días para darle los 'buenos días' a los ochomiles, a los himalayas, a los anapurnas, es una pasada”, asegura. “Yo a la gente que viene aquí me dice, es la primera vez que vuelo, digo, pues flaco favor te has hecho porque la próxima vez que vueles te va a parecer bonito, pero esto es muy difícil de igualar”.