Madrid - Publicado el - Actualizado
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Uno es un optimista inveterado, y la realidad, ocasionalmente, me da la razón en un porcentaje no del todo despreciable. Por eso, y lo diré esta tarde en el Â'confiÂ', me atrevo a ser cautamente animoso, una vez más, ante la Â'cumbreÂ' que el partido que nos Gobierna a los españoles, es decir, el PP, se ha fijado para este fin de semana. Y sé que, una vez más, se arrojará un jarro de agua helada sobre buena parte de mis expectativas; pero algún cambio, algún modesto avance, habrá. La pregunta es si ello bastará para que el huracán del cambio sople favorablemente para las velas del barco Â'peperoÂ'.A uno, que no es ni más ni menos que cualquier otro ciudadano de los que quieren transitar pacÃfica y, si es posible, prósperamente por esta coyuntura que nos ha tocado vivir, le gustarÃa sinceramente que las cosas fuesen razonablemente bien, sin demasiados saltos en el vacÃo: que el PP frenase su ritmo de caÃda, muy fuerte en según qué Comunidades Autónomas, y que su presidente, Mariano Rajoy, detuviese esa sangrÃa de impopularidad personal que le garantizan, mes tras mes, las encuestas. Muchas veces he repetido que Rajoy es un gobernante honrado, con sentido común, fiable, pero con el carisma de un molusco de sus rÃas gallegas y con la imaginación de un bate de beisbol. O sea, más bien poca.Son esas caracterÃsticas, junto a un acendrado sentido de falta de autocrÃtica Â?que comparte, por cierto, con todos sus antecesores--, las que cooperan a que el presidente del Ejecutivo y del partido que lo sustenta sea un personaje reacio al Â'cambio por el cambioÂ', a las sorpresas, a la innovación apresurada. La gran contradicción ahora es que él no parece percibir que ese cambio, esa regeneración de una vida polÃtica anclada en años de pereza, esa innovación, se han hecho de pronto urgentes; ya no es el momento de consolidar lo (bien) hecho. Hay que avanzar por el camino que nos mostraron las urnas el pasado 24 de mayo: aquellas fueron las elecciones del cambio acelerado frente a quienes arrastran los pies a la hora de encararlo.Y es ahà donde, en mi opinión, se enmarca esa conferencia polÃtica del PP a la que yo quisiera dar mucha importancia (ojala la tenga), y asà lo digo en la COPE. En la velocidad de los cambios que, finalmente, el hombre que hace y deshace en el partido y en el Gobierno, se ha convencido de que hay que poner en marcha. Sustituir a un vicesecretario por otros tres, que son personas telegénicas, preparadas y simpáticas, sobre todo Pablo Casado, puede ser un avance. Pero, manteniendo a la secretaria general y al polémico vicesecretario que está allà desde tiempos inmemoriales, ¿puede afirmarse que la renovación es suficiente? Sobre todo cuando los nuevos comunicadores, ya digo que gentes muy válidas, no saben qué es lo que tienen que comunicar. Y siempre es asÃ: Rajoy comparece ante las cámaras de una televisión para decir más o menos lo mismo, es decir, que España ha hecho los deberes, no como otros, y que la culpa de casi todo la tiene el actual lÃder socialista por su alianza con Podemos, que es el equivalente a Syriza en Grecia. ¿Demasiada simplificación en el argumentario de los Â'popularesÂ'?Es decir: Rajoy, que es en quien se fijan todas las miradas para lo bueno y para lo malo, tiene que hacer acopio de mensajes y propuestas nuevos. De acuerdo: la economÃa se ha gestionado mucho mejor que en tiempos de Zapatero (tampoco era difÃcil). España se ha visto libre de sobresaltos Â'a la griegaÂ' (lo cual era lógico, por otra parte). Nuestro paÃs se alinea en el lado correcto de la UE (casi inevitablemente), al lado, aunque muy detrás, de Alemania... Ahora solo falta todo lo demás. SerÃa un inmenso error, a mi juicio, convertir esta conferencia polÃtica en una cámara de aplausos y autocomplacencias, como lo serÃa permitir que aflorasen todas las crÃticas internas, algunas bastante insensatas por cierto, que se escuchan aquà y allá. La conferencia deberÃa ser la del mirar hacia adelante, la de las iniciativas que sirvan efectivamente para regenerar la vida polÃtica española, algunas de las cuales, por cierto, ya vienen obligadas por los acuerdos locales del PP con Ciudadanos.También deberÃa ser la conferencia de las caras nuevas. No solamente la de la ascendente Cristina Cifuentes, que deberÃa sustituir urgentemente a Esperanza Aguirre al frente del PP madrileño. No sé si, como dice el Â'ciudadanoÂ' Albert Rivera, Mariano Rajoy no es ya el hombre para conducir la nueva etapa polÃtica española; puede, quién sabe, que Rivera esté pensando en sà mismo como el idóneo para encabezar esa nueva etapa. No me atrevo, desde luego, a dar por concluida la Â'era RajoyÂ', aunque cierto es que la figura del presidente, del hombre que sigue teniendo el mayor poder polÃtico en España, se cotiza a la baja en este cuarto de hora. Sabemos, en todo caso, que la opinión pública española es una veleta, que un dÃa favorece a Rosa DÃez, por poner un ejemplo, considerándola la figura polÃtica mejor aceptada, y pocos meses después sitúa a la todavÃa Â?hasta dentro de tres dÃasÂ?lideresa de UPyD donde los más réprobos.Ignoro, por tanto, si Rajoy será capaz de reconquistar parte de la popularidad perdida. Solo sé que su responsabilidad máxima será, en todo caso, gestionar el cambio que viene, sea cual sea, con sensatez y responsabilidad. Y de eso sà tiene el hombre que ha convocado, Dios sabe para qué, una cumbre del partido gobernante, que, dicen, Rajoy tiene atada y bien (¿demasiado?) atada. Porque si tan atada está, ¿quién la liberará de los corsés rajonianos?