Se reanuda el juicio del procés, en pleno pulso de Torra y demás mariachis de Puigdemont con los lazos amarillos y banderas esteladas. En plena campaña electoral, que es de lo que se trata.
Entramos en la fase de los testigos más que directos. Los protagonistas en primera persona de los escraches y los acosos. Hoy les ha tocado a distintos guardias civiles.
En primer lugar, conviene no olvidar algo. Durante años, el Estado en Cataluña han sido los jueces y fiscales, y durante esos días, el Estado fueron jueces, fiscales y esos policías y guardias civiles que se comieron el marrón de soportar lo insoportable.
Y aquí hago un paréntesis. Uno de los errores más graves de la reciente historia de España ha sido, y es, la absoluta cesión hacia los Mossos d'Esquadra. Porque luego pasa lo que pasa. Y déjate, que todo pinta a que en Navarra vamos por las mismas. Como Sánchez siga dependiendo del PNV y los números lo permitan... la Guardia Civil desaparecerá prácticamente de Navarra, como se hizo en el País vasco y en Cataluña.
Y cierro el paréntesis y vuelvo al procés. La semana pasada, la estrella fue el Mayor José Luis Trapero, quien fuera jefe de los Mossos y que ahora se llama José Luis. Bien, ¿alguien me recuerda sendos teletipos de Europa Press y de la agencia Efe del día 3 de octubre, dos días después del famoso referéndum?
Trapero, que el otro día testificó en su propia defensa, felicitó por entonces, por carta y uno a una a todos los Mossos por su papel el 1 de octubre: “La cúpula de los Mossos se siente orgullosa porque los agentes sobresalieron al ejecutar las órdenes con prudencia. Trabajaron mucho y bien, sobresalieron al ejecutar las órdenes de forma precisa, con sólidos valores democráticos. En una labor silenciosa y eficaz, en un 1 de octubre que pasará a la historia.” Y ahora reaparece como un corderito degollado.
Ahora abro otro paréntesis. Conviene recordar, visto lo visto, y a tenor de los acontecimientos, que todo lo que rodeó aquel semestre de 2017 hasta nuestros días ha sido un disparate, empezando por el inmenso error de comunicación y falta de estrategia del Gobierno de España.
Porque se pecó de confianza, de falta de información, hasta de ingenuidad, y se plantaron allí unos cuantos cientos de policías y guardias civiles sin la menor estrategia de imagen y comunicación. Y eso es de primero de planificación.
Luego está lo de aquella noche en la Consellería de Economía. Que ni algarada, ni manifestación improvisada, ni el poble de Catalunya. Aquello estuvo perfectamente organizado y teledirigido por la Generalitat de Puigdemont vía sus secuaces, los Jordis. Desde el asalto a los coches de la Guardia Civil hasta el megáfono, pasando por las llamadas de Trapero y el rescate de la secretaría judicial.
Aquello fue violencia en masa. Acoso multitudinario. Macarrada colectiva, y no pasó nada peor porque los GRS de la Guardia Civil no quisieron salir por las bravas, que hubieran podido hacerlo.
Entramos, pues, en una nueva fase técnica del juicio del procés en el Tribunal Supremo. Ni políticos, ni jefes… toca el turno de los que aguantaron, literalmente, los escupitajos, esos a los que echaron de los hoteles como a perros. Y me viene a la cabeza otra cuestión interesante en referencia a los encausados. Vuelve el debate de su situación de prisión provisional, pero se nos olvida un pequeño gran detalle: ¿alguien se imagina a estos tíos sueltos, como Gobierno de la Generalitat, porque Puigdemont les habría nombrado eso? ¿Alguien se imagina al Supremo juzgando al gobierno catalán de verdad? Se siente pero Llarena, el acosado y ensuciado Llarena, tenía razón.
En suma, fase interesante y técnica del juicio de un proceés que continúa, pero con matices. Porque resulta que ahora el Estado está enfrente. Sentado en esos siete sillones del Tribunal Supremo. Y Puigdemont, Torra, los de la CUP y el resto de compinches nunca pensaron que el Estado español era un Estado de verdad.
Y resulta que lo es, aunque a veces no queramos verlo, resulta que lo es.