En 'La Linterna'
'El bueno, el feo y el malo' de Jorge Bustos
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Madrid - Publicado el - Actualizado
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"Semana de intensos tiroteos en la política española: será cosa del verano, o del aburrimiento, o de que este país no tiene ningún remedio. Sin embargo a veces parece que no solo lo tiene, sino que es mucho mejor que los países de nuestro entorno, empezando por Reino Unido, que tardó cinco días en confirmar a la familia Echeverría la muerte heroica de Ignacio, que ya no solo es suyo, sino que ya es patrimonio de valor de todos los españoles.
El bueno: Ignacio Echeverría
Un Ignacio Echeverría no lo vamos a encontrar en la política española próximamente, me temo. El heroísmo, que consiste en valorar la vida del otro por encima de la propia, no es una virtud frecuente. El acto de Ignacio aglutina los valores culminantes de nuestra civilización cristiana: el coraje en defensa del necesitado, la generosidad más allá de todo interés propio. Dice el Evangelio que no hay amor más grande que el de dar la vida por los amigos; el de Ignacio, católico cabal, fue aún mayor, porque dio la suya hasta por los desconocidos. Mientras los terroristas se encarnizaban con su cuerpo, en ese minuto de martirio, varias personas pudieron ponerse a salvo. Y esas personas se lo deberán siempre al héroe del monopatín.Por eso el gobierno hoy le ha concedido la Gran Cruz al Mérito Civil. Ignacio Echeverría representa lo mejor de una España silenciosa y trabajadora, inteligente y moral, que no suele salir en los medios y que, cuando sale, deja a todo el mundo un poco avergonzado de tanta mediocridad rampante. Que el ejemplo de este hombre perviva en la memoria y sirva de acicate a quienes sabemos que no puede existir regeneración política ni lucha contra la corrupción sin regeneración personal, sin compromiso ético antes que político.
La mala: Lorena Ruiz-Huerta
No entiendo cómo hemos podido vivir todos estos años de democracia sin Lorena Ruiz-Huerta, la diputada de Podemos que protagonizó la moción de censura de esta semana contra Cifuentes. Un espectáculo zafio, lamentable y soez que es exactamente en lo que consiste la política según la horda morada, que no gana en las urnas pero espera vencer en los audímetros. Como el PP se ha cansado de poner la otra mejilla, decidió bajar al barro y hundir a doña Lorena en él, momento en que las damiselas chavistas acusaron soponcios y desmayos victorianos para quejarse de la pegada del enemigo. Ellos, que si pudieran expulsarían a los políticos del PP no solo de las instituciones sino del país, si viviéramos en su fantasía años 30 del siglo pasado, que es donde ellos se han instalado para siempre, con el dinero de papá o del Estado, claro, porque no se les conoce otro medio de producción.
No ha prosperado ni la moción, ni las elecciones, ni las encuestas, ni la vida. Es lo que sucede cuando le das a la gente a elegir entre un partido moderado aunque acosado por la corrupción y una ensalada agria de activistas sin estudios y un póster de Bódalo, el terror de las confiterías, en la tapa del iPhone. La gente elige lo primero claro. Lo ideal, por supuesto, es que no te roben. Pero si la alternativa es que te arruinen, o te persigan al modo totalitario en que utilizan las redes sociales, me temo que el PP gobernará este país durante una década o dos más.
El malo: Jorge Bustos
El malo de esta semana no es otro que Jorge Bustos, número uno del escalafón del trending topic tuitero en toda España durante buena parte de ayer jueves, en dura competencia con Cristóbal Montoro tras la sentencia del Constitucional. Y todo porque se me ocurrió decir una obviedad, una perogrullada, una evidencia tan sencilla como que, puestos a elegir, siempre será preferible un demócrata corrupto en el poder que un comunista; es decir, que preferimos a Rodrigo Rato o Ignacio González antes que Fidel Castro o Nicolás Maduro, que a la corrupción suman el asesinato del discrepante. Pero claro, lo dije en La Sexta, donde la corrupción es como las tetas en Telecinco: su más poderoso argumento para subir el share, si no el único. La frase fue inmediata y adecuadamente descontextualizada para que pareciera que yo prefería nadar en océanos de dinero B antes que escuchar un poema de Alberti, o cosa por el estilo. Enseguida, toda la turba de zombis rojos, los walking dead replicados desde cuentas robot de Podemos, más los tontos sádicos que no se perderían ni el linchamiento de su propia abuela -siempre que la vieja vote al PP, Ciudadanos o PSOE-, cayeron sobre mí durante horas a un ritmo de cinco insultos por segundo. La hoguera echaba humo, y añadían leña con entusiasmo carroñero políticos de Izquierda Hundida y también Gaby Rufián, más todos esos periodistas de digital rabioso que al parecer llevaban tiempo conteniendo la pota del resentimiento y vieron al fin la ocasión de expectorarla cuando uno no puede defenderse. Fue un día interesante: aquel en que me pasé el cenagoso videojuego de Twitter por defender lo mismo que Chaves Nogales o George Orwell.
Hubo muchos que salieron en mi defensa, en público y en privado. Estas ocasiones siempre resultan muy útiles para trazar una raya en tu agenda: aquellos que callaron o concedieron, y por tanto se han evaporado de mi respeto, y aquellos que siempre estarán en él. Y perdóname que hable tanto de mí, que por lo demás tengo ya los huevos negros y bastantes horas de vuelo como para saber cómo funciona este negocio cuando estás en primera línea. Pero lo cuento porque mañana le pasará a otro, y pasado le ocurrirá al mismo que tiró la piedra en la lapidación de ayer, y así seguiremos degradando la opinión pública hasta que legislemos de una vez para drenar el pantano maloliente de las redes sociales.
Un disparo en la recámara
Iba a comentar algo sobre Montoro, que no dimitiría ni aunque quisiera, porque guarda las llaves del calabozo fiscal y a ojos de Rajoy no hay recambio para ese puesto, aunque algún ambicioso de su gabinete mira con deseo el puesto. Pero terminaré hablando del día de la marmota con derecho a decidir, que será el 1 de octubre si Rajoy esta vez no lo remedia. Yo no enviaría los tanques: eso es ser condescendiente; yo les enviaría a Montoro''.