Madrid - Publicado el - Actualizado
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"Aunque España se encamina decididamente hacia lo más tórrido del verano, y la mente de sus señorías empieza a desviarse hacia la imagen del chiringuito, los churumbeles con el cubo y las tablas de pádel surf, todavía estamos aquí, soportando el ardor parlamentario y los últimos coletazos de trifulca partidista antes del parón veraniego. Pero por debajo del ruido de las acusaciones cruzadas, que son como el hilo musical en esta sala de espera del dentista que es la política española, si afinamos el oído escucharemos el murmullo de la buena gestión, del entendimiento fructífero, del servicio al interés común. Y así es como he rescatado al bueno de esta semana.
El bueno: Toni Roldán
Lo he elegido por la rueda de prensa en el escritorio del Congreso que dio esta semana, en la que anunció, acompañado de la ministra Fátima Báñez, una medida que celebrarán los 600.000 jóvenes en situación de precariedad a los que va dirigida. Se trata de un complemento salarial de 430 euros que paliará el daño que la crisis infligió a todos esos que se quedaron colgados del andamio cuando estalló la burbuja inmobiliaria. Jóvenes poco formados, necesitados de un reciclaje profesional que se les antojaba tan inalcanzable como la probabilidad de volver a ganar un sueldo decente. Es verdad que 430 euros no solucionan la vida a nadie, pero concebidos como complemento se evita la tentación improductiva de la paguita directa, y se premia a quien busca trabajo activamente.
Es verdad que la ministra ya había adelantado la noticia la semana pasada, causando con ello cierto enfado en Ciudadanos, pues se trataba de una iniciativa consignada en su programa electoral. El equipo económico de la formación naranja interpretó que el PP, al adelantarse, trataba de apuntarse el tanto, de capitalizar en solitario la buena acogida que siempre que tiene la ampliación de la protección social. Fátima Báñez se hizo cargo de la situación, y le reconoció a Roldán su derecho a un lugar preponderante en la foto. Pero esa foto no gustó nada a Pablo Echenique. ¿Por qué? ¿Es que a Podemos no le gusta que se ayude a los jóvenes precarios? Pues no le gusta si lo hacen los demás, claro, porque de ese modo se evidencia la inutilidad del populismo y la eficiencia de su alternativa, es decir, de la inteligente alianza que han tejido en asuntos económicos Roldán y Báñez. Pero pedirle a Podemos que entienda la noción de oposición constructiva es como pedirle a Guardiola que entienda la diferencia entre la democracia qatarí y la dictadura española.
El feo: Luis Bárcenas
He elegido a Bárcenas como podría haber elegido a cualquiera de los cuatro secretarios generales del PP –Arenas, Rato, Mayor Oreja o Ángel Acebes- que desfilaron esta semana ante el juez para negarlo todo como el título del nuevo disco de Joaquín Sabina. Ni sobresueldos, ni caja B, ni retribuciones opacas ni financiaciones irregulares de campañas a cambio de contratas. Nada ocurrió, o de nada se enteraron. Y al mismo tiempo, resulta que Luis Bárcenas, el hombre de la bomba, el de las minuciosas anotaciones con nombre y cifra, va a cambiar su versión de los tremebundos hechos por una amnesia oportunísima, que más que una amnesia parece una amnistía recíproca pactada entre toda la vieja guardia de Génova y el extesorero.
Cuando creíamos que aquello iba a levantar más revuelo que la pasarela de ángeles en lencería de Victoria Secret, todo apunta a que al final solo van a desfilar una serie de demonios mudos envueltos en un hábito espeso: no nos van a enseñar ni la pantorrilla, Juan Pablo. Se acogerán a su derecho a no declarar contra sí mismos, con el consiguiente fiasco para la oposición política y mediática. Bárcenas, más que la prometida gasolina, va a rociar con un jarro de agua fría la leña de la hoguera preparada en los platós de las teles torquemadescas. Y así es como se va a ganar definitivamente el mote de Luis el Cabrón: cabrón no por lo que cuenta, sino por lo que calla.
El malo: Pedro Sánchez
Para que Fernando Rayón luego no vaya luego criticándome por ahí, vamos a darle el papel de malo al inigualable, al giratorio, al podemizado sin remedio don Pedro Sánchez. Por quien este pistolero rompió una prematura lanza en señal de generosidad. Pero mis argumentos en favor del nuevo Sánchez duraron lo mismo que tardó Sánchez en romper su silencio y desmentirnos su conato de viaje hacia la moderación socialdemócrata. Es Pedro uno de esos líderes políticos que mejoran definitivamente cuando se callan; en cambio, cuando habla, corre el riesgo fatal de que se le entienda, y de que todos salgamos de dudas respecto de sus capacidades.
Después de cubrir el congreso de su entronización y de asistir a esta semana de nuevos bandazos, las conclusiones son claras: Sánchez ha decidido romper con cualquier tradición socialista reconocible y va a tratar de recuperar el voto fugado a Podemos por el bonito método de copiarle al populismo sus peores ideas. La elección de una Ejecutiva de palmeros, el rechazo al libre comercio, el modelo boliviano de plurinacionalidad que solo se puede defender después de masticar mucha hoja de coca o el cordón sanitario en torno al PP: todas las banderas que enarboló Errejón se las está apropiando Sánchez para su PSOE: Partido Sanchista Obrero Errejonista. La izquierda partida se pelea con su otra mitad para ver quién tiene la sangre más roja, y la gran masa de votantes moderados asiste sobrecogida al espectáculo cainita mientras Ciudadanos se prepara para recibir a los espantados. Un lince, este Pedro.
Un disparo en la recámara
Hablemos para acabar de un contribuyente llamado Cristiano que, haciendo honor a su nombre, ha anunciado como muestra de buena voluntad cristiana que va a acceder a pagar a Hacienda sencillamente lo que debe. No sé si sabes, Juan Pablo, que yo soy del Real Madrid; incluso muy del Real Madrid, pero eso no me supone ningún conflicto a la hora de reclamar que Cristiano pague hasta el último euro como uno más. Lo primero es la ley; lo segundo, el fútbol. Y manifestar eterna gratitud a los goles de Cristiano que nos dan títulos y copas de Europa es perfectamente compatible, en un ciudadano racional, con exigirle el mismo trato fiscal que a cualquiera. No es tan difícil de entender".