EN 'LA LINTERNA'
Bustos: “La caída de Zaplana solo es comparable a la de Rato”
Jorge Bustos trae a 'La Linterna' el 'Bueno, el feo y el malo' de la semana: Kichy, Marta Sánchez y Eduardo Zaplana
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Este pistolero empieza a tener el pulso tembloroso, pero mis temores no son políticos sino exclusivamente futbolísticos. Mañana el Real Madrid se enfrenta al Liverpool en busca de su Decimotercera copa de Europa y me cuesta mucho concentrarme en ninguna otra cosa. Y eso que esta semana no han faltado focos donde fijar la atención ni personajes sobre los que probar puntería. Si lográramos reunirlos a todos quizás ni siquiera cabrían en un chalet de La Navata. Y ya que hablamos de la madre de todos los referéndums estúpidos que proliferan en nuestra época, vayamos con una subtrama de este episodio berlanguiano que justifica mi original elección de bueno de la semana.
El bueno: Kichy
Porque don José María González, antes Kichi, se ha erigido en paladín de las esencias anticapitalistas malversadas por la pareja de nuevos ricos que ha secuestrado el partido de la Gente, o sea, Podemos. Y tanto que pudieron: de incendiar las plazas con su demagogia anticasta, Pablo e Irene pasaron en solo cuatro años a optar a una ventajosa hipoteca por un chalet en la Sierra Norte. El problema es que sus votantes siguen sin poder, y muchos de sus dirigentes tampoco. Quien encabeza la ruidosa discrepancia es el alcalde de Cádiz, que ha dirigido una memorable carta al guardaespaldas mediático de la pareja en jefe, Juan Carlos Monedero. El intercambio de golpes entre las distintas sectas que integran o desintegran el tinglado neomarxista de la marca morada está siendo tan entretenido como vetusto: todo este cainismo rojo ya ocurrió muchas veces en el siglo XX, solo que ahora en vez de piolets usan internet. Ahora bien, a la hora de señalar quién tiene la coherencia de su parte en esta guerra, yo tengo claro que ese es Kichi. Porque si Podemos se montó sobre la exigencia de representar a los de abajo y distinguirse de los políticos tradicionales “hasta en la manera de caminar” –es una expresión del primer Iglesias-, entonces Kichi y su piso de currante de 40 metros cuadrados representa mejor ese delirio populista que el flamante propietario de Galapagar, quien para colmo ha tomado a toda la militancia de rehén con un órdago que blanquee su capricho personal. Por eso Kichi sigue siendo un buen salvaje, mientras que Iglesias ya no es más que un neoburgués con mala conciencia.
El Feo: Marta Sánchez
La cantante que puso letra al himno –osadía siempre imperdonable en este país- fue reclutada por Albert Rivera para poner de largo su plataforma, y le han caído todos los palos que los españoles acomplejados reservan a los desacomplejados. Y ojo que a este sheriff le pareció estomagante su actuación, porque todo derroche sentimental me eriza los pelos de la espalda, y hasta cuando raramente voy al Bernabéu me pongo la camiseta del Madrid por dentro, bien tapadita. Pero una cosa es la preferencia estética personal y otra es la cacería ética colectiva que se desata sobre cualquiera que en España se atreva a alardear de españolidad. Fascista, nacionalista español, extremocentrista, aznarista desorejado y otras condenas caen sobre el pobre incauto que sea sorprendido en flagrante acto de amor público a su país. Ténganlo en cuenta las personas que se atrevan a subirse a según qué escenarios, desde un médico cubano que ama España a un periodista como Santi Acosta, al que la muy plural dirección de la nueva Telemadrid ha decidido meterle en la nevera como represalia por exceso de riverismo. La recuperación de la autoestima española es una quijotada que a Rivera le puede salir mal, y caer abatida bajo una nueva ola de leyenda negra, o le puede salir bien y llevarle a La Moncloa.
El Malo: Eduardo Zaplana
Un tipo tan elegante por fuera como sucio por dentro, si tenemos que creer a la Guardia Civil, que considera acreditadas las comisiones que el dandi cartagenero se embolsó durante sus años como presidente de la Comunidad Valenciana mediante adjudicaciones en comandita con empresarios amigos. Ese dinero, hasta diez millones de pavos, acabó convenientemente resguardado en paraísos fiscales, y cuando Zaplana se ha decidido a repatriarlo le han pillado. La caída de Zaplana solo es comparable a la de Rato: ambos fueron iconos del PP, motivos de orgullo aznarista, ejemplos de gestión y brillantez. Y ambos son hoy, tras sus fulminantes suspensiones de militancia, “esas personas por las que usted se interesa”, en letal circunloquio acuñado por Rajoy para sus compañeros caídos en desgracia. Es cierto que el zaplanismo murió cuando empezó el marianismo, pero el marianismo no logra desmarcarse del pasado tóxico del partido por una razón puramente cronológica: porque cuando todo sucedía, don Mariano ya estaba allí. Y lo único que todavía no puede hacer Mariano Rajoy es referirse a Mariano Rajoy como “esa persona por la que usted se interesa”.