Diego Garrocho: "Puede que detrás de tanto brillo no haya nada, o peor: que haya alguien mintiendo con palabras bonitas"
El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, critica la cursilería como manipulación emocional disfrazada de sensibilidad

Diego Garrocho critica la cursilería como manipulación emocional disfrazada de sensibilidad
Madrid - Publicado el
1 min lectura
Pues los cursis son un atributo particularmente fatigante cuya existencia no conoce de ideologías y que, como casi todo lo malo, es transversal.
El cursi —y cursi es más que un adjetivo— una categoría moral, no se define tanto por lo que dice sino por cómo lo dice. Ser cursi es usar el sentimentalismo como coartada. Es más fácil y, de hecho, es más rentable parecer emocionado que estarlo. La cursilería es una estafa afectiva, una puesta en escena sentimental donde lo importante no es lo que uno siente, sino cómo lo enseña.
Pero lo más inquietante es que la cursilería a menudo esconde malas intenciones bajo una capa de almíbar. Su dulzura, empalagosa y automática, es el envoltorio de una manipulación afectiva. La cursilería no es sólo una estética, a veces es simplemente una excusa propia de malos poetas y de manipuladores.
Y es agotador, porque el cursi no sólo perpetra su sentimentalidad fingida: el cursi exige, además, una respuesta. Quiere ser aplaudido, replicado e incluso celebrado. La cursilería no es más que una de las formas en las que se declina la vanidad. El cursi espera que entres en su melodrama, rendido ante su aparente superioridad, pero naturalmente uno puede cansarse de aplaudir puestas en escena.
Frente al sentimentalismo performativo del cursi, quizás sea la hora de reivindicar la sobriedad. Ese valor antiguo, casi extinto, que prefiere la verdad al efecto, la hondura al gesto, la emoción contenida al grito impostado. Porque —y aquí está el truco— lo verdaderamente emocionante rara vez necesita estar decorado y petrofiado.
Así que la próxima vez que escuchen una frase recortada con purpurina emocional, no caigan rendidos; de hecho, sospechen. Puede que detrás de tanto brillo no haya nada, o peor: que haya alguien mintiendo con palabras bonitas.