Diego Garrocho: "Pediría explicaciones a quienes tacharon de bulo lo que terminó siendo una realidad"

¿Nos enseñan algo, sucesos, acontecimientos como el apagón? Pues el apagón que vivimos ayer no deja de ser una bofetada de realidad. Casi podríamos evocar aquellos célebres versos de Gilles de Vietma cuando advertía que "la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde". Y es que esa conciencia de realidad llega cada vez que recibimos una noticia fatal, cuando un ser querido enferma gravemente, o cuando la vida nos enfrenta sin previo aviso a su lado más crudo. 

La rutina diaria trae consigo sus problemas y sus preocupaciones, sí, pero de pronto, ante un hecho en apariencia tan banal como quedarnos sin electricidad, descubrimos verdaderamente lo importante, cosas como poder volver a casa, recorrer 10 kilómetros bajo el sol, conseguir provisiones, o confirmar que nuestros seres queridos están bien se convierte de inmediato en la única prioridad. Y hay incluso algo hermoso en comprobar que el perímetro de nuestras preocupaciones coincide con el de nuestros afectos. 

Cuanto más amas, cuantas más personas tienes pendientes de ti, más te inquietas. Pero el apagón también nos reveló otro miedo, algo más profundo, el terror que provoca la ignorancia. Durante horas, y sobre todo durante los primeros minutos, existió una amenaza latente. No sabíamos si España o Europa estaban siendo atacadas, ignorábamos si aquello era el preludio de algo peor, y fuimos testigos de lo desconcertante que resulta no tener información a tiempo. 

La ignorancia es una forma de condena, y querer saber es una pulsión profundamente humana. Por eso, ahora más que nunca, es crucial que se den todas las explicaciones necesarias y que se depuren responsabilidades. Yo al menos empezaría por pedir respuestas a quienes aseguraban que lo que finalmente ocurrió era imposible que sucediera, y sobre todo pediría explicaciones a quienes tacharon de bulo lo que terminó siendo una realidad.