Bodas a la fuga: así sobrevive el mundo de las nupcias

Los proveedores nupciales tratan de mantener vivo su negocio, en un año marcado por los aplazamientos y anulaciones de las celebraciones.

Carmen Ibañez Urzáiz

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Cuando en enero dimos la entrada al 2020, nadie podía imaginar que sería un año marcado por el coronavirus, una pandemia que ha cambiado desde nuestra forma de relacionarnos hasta la manera de estudiar o trabajar. Nadie creyó, hasta que ocurrió, que llegaríamos a pasar meses confinados en nuestras casas y que las mascarillas o la distancia social se convertirían en las grandes protagonistas de la llamada nueva normalidad. Y entre quienes jamas creyeron que deberían enfrentarse a un escenario como el que estamos viviendo son las parejas de novios que tenían intención de casarse a lo largo de este verano, que ya termina, y cuyos planes han quedado completamente trastocados.

Novios con proyectos para celebrar bodas con cientos de invitados, apertura de baile con barra libre o exóticas lunas de miel y que, ahora, deben ajustar sus deseos a normativas autonómicas y estatales que van cambiando al ritmo de la mejora, o el empeoramiento, que marque la curva de nuevos contagiados por coronavirus.

El resultado han sido decenas de bodas retrasadas o canceladas a la espera de que mejore la situación epidemiológica, con parejas en busca de una nueva fecha en la que celebrar su enlace y proveedores de este tipo de eventos tratando de sobrevivir sin prácticamente ingresos. Porque esa es la otra cara de la moneda, las empresas especializadas en grandes festejos que arrancaron el año con la promesa de una gran temporada, que en marzo se convirtió en una incertidumbre y en verano ha terminado por confirmar los peores temores, tres meses sin prácticamente bodas y un futuro marcado por el interrogante.