Foto de Cierre (18-2-2018) - Una silla vacía entre estampados

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Me quedo con una foto que aparece en las primeras páginas de ABC. Es una foto grande. Tras una puerta que enmarca la imagen aparece una estancia, seguramente la sala de un hogar pobre. Un hombre sentado en un sillón mira hacia el frente, quizás hacia una ventana por la que entra una luz potente, fría. El suelo y las paredes de la estancia están literalmente forrados de alfombras, seguramente para dar un poco de calor. La foto está tomada en Ucrania. La primera alfombra es pequeña, de cuadros blancos y negros. La segunda, roja, con un estampado simple. En la pared que vemos cuelga otra como si fuera un tapiz, con formas geométricas. El sillón en el que está sentado el protagonista está cubierto de un estampado oscuro y algo tétrico. Y sobre ese estampado hay cojines con más estampados de colores. Las formas que decoran alfombras, tapices y cojines parecen estar peleándose entre si, variedad contradictoria, metáfora de una vida en la que se escuchan muchas voces, todas ellas sin sentido aparente. En la estancia no se oyen más voces que las de la tapicería, que el protagonista, con un pantalón de chándal de licra azul y una rebeca de paño gordo, está solo, solo y en silencio, que parece esperar sin esperanza, el rostro surcado por arrugas, hundido en el sillón, que parece cansado, con ese cansancio eterno que provoca la falta de alegría, que las fatigas no pesan cuando uno está contento. Sobre el tapiz, un pequeño reloj marca las 12 y 25. Pero al protagonista de la foto parece darle lo mismo. Solo hay algo que revela que el protagonista de este retrato no se ha rendido entre los estampados de la vida. Junto a él, en primer plano, hay una silla, una silla desnuda, sin ornamentos, el hombre de la foto, quizás inconscientemente, mantiene esa silla a su lado esperando compañía, esperando casi sin esperar que alguien se siente en ella, le mire a los ojos, le tome la mano, le escuche, alguien que no se marche, alguien que ponga en orden el laberinto de los estampados. Se me antoja que todos, consciente o inconscientemente, vivimos sentados junto a una silla, desnuda, de momento vacía, a la espera de que alguien se siente en ella.