En La Mañana de Fin de Semana

Foto de cierre: Asiáticos todos

Fernando De Haro

Publicado el - Actualizado

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Me quedo con una foto que aparece en las páginas de internacional de la Vanguardia. El protagonista del retrato es un líder asiático que aparece repanchingado en un sillón que parece un trono. Pero la mirada del lector no se detiene en la falsa sonrisa del sátrapa, malvado tirano. Los ojos del lector se dirigen hacia la pared de fondo en la que aparecen unos extraños y grandes caracteres. No sabemos si serán pictogramas, uno de ellos está formado por dos mesitas con un esfera, el de al lado pone junto a una linea vertical dos puntos, que parece un emoticono de alguien dominado por la perplejidad, más allá dos serpientes en ziz-zag están separadas por un punto negro que puede ser un ratoncillo cercado por las pérfidos reptiles, más allá, bajo un tejadito otra mesita, esta boca abajo y junto a una linea que parece una pared, podría ser el símbolo para representar la casa en la playa. ¿Qué querrá decir esta pared? ¿Qué significaran las serpientes, los tejaditos y las mesas invertidas? No sería fascinante saberlos traducir, entender por qué cada cosa significa lo que significa en esa lengua que desconocemos. ¿Será tan lejanos esos signos? ¿A pesar de su aparente distancia con nuestra lengua, tendrán que ver con ese léxico, el del corazón, que tenemos todos dentro? ¿Será la distancia con este alfabeto asiático insalvable o habrá modo de traducirlo? Se le antoja a uno que estas son las preguntas que no nos hacemos habitualmente. Que todos estamos muy cómodos considerando a los otros escritores asiáticos, autores de pictogramas indescifrables. Que hablan nuestra lengua pero que cuando los escuchamos oímos y vemos los caracteres de un alfabeto críptico. Los otros permanecen asiáticos todos, como si no hubiera un léxico compartido, una gramática compartida, convertimos nuestra escritura en una trinchera y nos convencemos de que no compartimos nada con los que son de otra ideología, de otra religión, con los del otro lado. Acaso considerar a los otros como asiáticos todos no sea sino una muestra de debilidad. Un alfabeto, una gramática es más potente cuanto más capaz es de descifrar la grafía profunda de toda lengua, que por más que nos empeñemos es una lengua compartida. Esa incapacidad por descifrar el alfabeto de los otros acaso sea una forma de infantilismo, de narcisismo, cuando uno crece de verdad sabe descubrir el valor de lo que dicen los que escriben con otro alfabeto.