Foto de Cierre (24-02-2018) - Palabras que miran

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Me quedo con una foto de las páginas de cultura del diario El País. Es una imagen en la que aparece un grupo de jóvenes, en un aula de esas que ascienden con una suerte de gradas. Los chicos se aprietan en las bancadas, se sientan en el suelo, se apoyan en la tribuna del profesor. Escuchan en silencio, concentrados, algunos se sostienen la cabeza con la mano, otros toman notas. Visten de forma informal. El gesto de atención en sus rostros, el silencio, el esfuerzo por apoderarse de lo que están escuchando, los hace más guapos: sexys en su estar pendientes de algo interesante, sexys en su deseo de aprender. El profesor fue un famoso pensador de los años 60 y 70, que no nos interesa ahora su nombre, que probablemente no estemos de acuerdo en todo lo que decía, aunque tenía destellos de genio. En la foto, que está en blanco, en negro, es ya un hombre mayor. En mangas de camisa y con corbata, se apoya con las manos en su púlpito , suponemos que para dar más fuerza a su voz.

Los chicos de la foto han esperado mucho tiempo para sentarse en el aula en la que va a hablar el pensador. No es una estrella del rock, ni un cocinero, ni el protagonista de una performance o de una serie. No hay música, no hay ni caldos ni birras, no hay durante una hora o dos roce en la piel, no hay paisaje ni pantallas, no hay más que el paisaje, la sensualidad, ese sentirse ebrio, exaltado, que provoca la palabra cuando nos abre mundos, cuando nos ayuda a entender, cuando nos ayuda a mirar, cuando conecta lo que estaba suelto, es el placer de atacar cabos. No es ni un fiestón ni un atracón, es la pasión de escuchar a un buen maestro. ¿Qué tienen algunas palabras que merecen el viaje, apretarse, gastarse los cuartos, sentarse en el suelo? Hay palabras que se ingieren como la comida china, entran rápido y salen pronto, te dejan con más hambre al poco tiempo. Hay otras que empachan, las hay que intoxican, que hacen daño, otras que el tiempo borra. Y hay palabras que se quedan bajo los parpados, pacíficas, silenciosas, llenas de vidas, que durante años y décadas siguen allí fecundado, asentando, nuestras miradas. Hay palabras que miran con nosotros, palabras que buscamos, palabras por las que estamos dispuestos a sentarnos en cualquier suelo.

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