Ángel Correas: "Encontrar a Anna no aliviará todo el mal, pero quizás aporte un hilo de consuelo"
- 2 MIN
Ahora se habla de violencia vicaria, y se define, grosso modo, como la que se ejerce contra la pareja haciendo daño a los hijos. Lo podemos llamar como queramos porque no lo vamos a entender. Aunque ya lo hayamos visto antes te sigue dejando el alma con la boca abierta. Que dos criaturas de 1 y 6 años acaben por pagar con su vida las inseguridades, los malos rollos o los problemas de cualquier tipo que puedan tener los adultos. En este caso, el padre de las pequeñas Anna y Olivia.
A esta hora es probable que el buque oceanográfico “Ángeles Alvariño” haya zarpado a un punto concreto del océano Atlántico. A menos de dos kilómetros en línea recta de la costa de Tenerife. Y es casi un milagro que ese buque, que la tripulación, sepa dónde tienen ir exactamente como ha sido casi un milagro que hayan podido recuperar el cuerpo de una de las niñas a 1000 metros de profundidad. El de Olivia, la hermana mayor. Tras un trabajo exhaustivo de la Guardia Civil para reconstruir los movimientos del padre la noche del 27 de abril, siguiendo el trazo de su teléfono móvil, como si fueran miguitas de pan en la era digital.
Hoy prosigue la búsqueda de la pequeña Anna en esa inmensa tumba de agua y sal. Un búsqueda con el objetivo de localizar cualquier objeto metálico que señale dónde hay que mirar en medio del lecho marino.
Si un crimen así es difícil de entender, el duelo ante una situación así es inimaginable para la gran mayoría. Todo lo demás se cuenta y se comenta... La búsqueda, la investigación, la reacción social. Pero todo queda solapado si por un momento nos paramos a pensar en esa familia, en esa madre.
Ojalá este barco, el “Ángeles Alvariño” pueda encontrar lo que hoy está buscando. A la pequeña Anna. Eso no va a remediar todo el mal que se ha hecho pero quizás pueda aportar un hilo de consuelo, tan solo un hilo, en un abismo de dolor.