Marta del Castillo tendría hoy 27 años. Probablemente, habría acabado ya sus estudios de magisterio y estaría trabajando de profesora en un colegio. O igual hacía ya años que había terminado un grado superior de Educación Infantil, lo que le había permitido trabajar en una guardería. Diez años después de la desaparición y muerte de Marta, sus padres, Eva y Antonio, se la imaginan así y siguen creyendo que viven sumidos en un mal sueño del que algún día van a despertar.
Pero en ese sueño, al margen del recuerdo imborrable de su hija, de cómo sería hoy diez años después, al margen de todo esto, no hay más que pesadillas. Porque el cuerpo de su hija sigue sin aparecer después de que los responsables no se hayan cansado de vacilar a la policía y a la familia. Porque sólo uno de ellos permanece en la cárcel, Miguel Carcaño, y los padres de Marta siguen sin tener la convicción de que fuera él sólo. Y porque ven que el resto de inculpados han rehecho su vida mientras ellos siguen sumidos en el más absoluto dolor. Hoy todos nos acordamos de Marta del Castillo, a la que le encantaban los niños pequeños y que fue asesinada vilmente siendo todavía una niña.