LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA

Un espía habla alto y claro sobre los secretos que nunca podrá revelar: “Ni a mis hijos”

Fernando San Agustín trabajó para los servicios de inteligencia y cuenta en 'La Noche de Adolfo Arjona' cómo era su día a día

Carmen Cerbán

Málaga - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

“El que se postula no llega... a mí me escogieron”. Lo dice Fernando San Agustín, capitán del Ejército que fue reclutado para trabajar en los servicios de inteligencia. En 'La Noche de Adolfo Arjona' contamos cómo es el trabajo de un espía de la mano de alguien que ha ejercido esa profesión.

San Agustín, que trabajó para el antiguo CESID -el actual Centro Nacional de Inteligencia-, lamenta que el trabajo del espía “se ha minusvalorado bastante” con historias como las de James Bond, que resuelven las misiones “en semanas, gracias a tiros y a relaciones momentáneas”.

SIEMPRE ARMADO

En todo caso, sí es cierto que los espías van armados... Fernando San Agustín lo iba “siempre”. Arjona le preguntaba si la usó alguna vez, a lo que él responde: “Hay que pasar por alto esta pregunta... ¿me lo permites?”. “Nadie tiene licencia para matar a nadie”, aunque aclara que en una situación de defensa, “tu vida es mejor que la suya”.

Fernando San Agustín le revelaba a Arjona que nadie en su círculo más cercano sabía a qué se dedicaba. “El espía es un hombre callado, gris, no llama nunca la atención... a no ser que lo busques, no lo encuentras, es una mezcla entre gato y hombre sin sombra”, relata el exespía. “Después de unos años de servicios no vuelves a ser el mismo”. Sobre sus años de trabajo en los servicios de inteligencia españoles, confiesa que hay cosas “que nunca nadie va a saber porque me da vergüenza”.

“NI A MIS HIJOS”

Un espía tiene el compromiso de guardarse historias que le han ocurrido en su desempeño profesional: “Este servicio se caracteriza por engañar, estafar, falsificar, usar otra identidad... no puedo contar ni a mis hijos ni a mis nietos. Y añade: “Si hay cosas que hubieras preferido no tener que hacer, lo hacías porque servías a tu sociedad”.

“Siempre trabajas con otro nombre y esto te hace tener doble personalidad; en este trabajo estás cinco, seis, diez, doce... quince años, trabajando con uno, dos o tres nombres, que van variando, según si trabajas en Francia, en el norte de España”, explica San Agustín sobre el desempeño de su trabajo como espía.

Sobre el día a día un espía que tiene que trabajar con distintas identidades para no ser descubierto, este antiguo miembro de lo que era el Cesid explica que es necesario “buscar un oficio que justifique tus movimientos, tus contactos, tus salidas... puedes ser representante de aceite y tener la excusa para coger la maleta para ir a un sitio que te interesa”. Además, siempre debes hablar “lentamente, para que, cuando te pregunten algo que no sabes, te dé tiempo a pensar”.

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