El horrible crimen de Daniel Zamudio: seis horas de tortura por ser homosexual

Cuatro jóvenes con ideales neonazis le agredieron en un parque de Santiago de Chile hasta la muerte

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Aunque no era la primera vez que Daniel Zamudio recibía ataques homofóbicos por su condición de homosexual, nunca hubiera esperado encontrarse con aquel fatal desenlace en la noche del 2 de marzo de 2012. Aquel joven de 24 años fue a visitar a una amiga, pero al volver a su casa en Santiago de Chile, ya de madrugada, se tropezó con sus verdugos. Cuatro jóvenes con ideales neonazis que ya habían ajustado cuentas con la justicia por amenazas y agresiones.

Los asaltantes forzaron a Daniel a acompañarlos al parque San Borja, junto a la Alameda. Allí comenzaron a insultarlo por sus inclinaciones sexuales, para luego comenzar a darle patadas y puñetazos en la cabeza, en cara, y en los genitales. Luego, con el filo de una botella rota, le grabaron una esvástica en el abdomen. Más tarde le tiraron varias veces una piedra de gran peso sobre la cabeza. Con la víctima sangrando y desvanecida, sus agresores le partieron una pierna haciendo palanca. Uno de ellos diría que el sonido fue parecido a cuando se quiebra el hueso de un pollo. Tras seis horas de tortura, apagaron sus cigarrillos sobre el cuerpo de Daniel, y lo dejaron allí tirado. Fallecería días más tarde en el hospital, después de haber permanecido en un coma inducido.

Es este un expediente que se adentra en aquellos asesinos cuyas víctimas pertenecían a algún colectivo concreto, hacia el que sentían un odio feroz, como el caso del que fue apodado “el Jack el Destripador mexicano”, Francisco Guerrero Pérez, alias “El Chalequero”, un hombre con trastorno errático de la personalidad, que asesinó a decenas de prostitutas debido a su odio a la figura de la mujer; o los asesinatos de indígenas ocurridos en la “carretera de las lágrimas” de Canadá, o los asesinatos de indigentes del conocido como “asesino en serie de Limón”, en Nicaragua.

Algunos de esos siniestros personajes fueron detenidos y condenados, pero otros permanecieron en el anonimato, y sus historias aún se cuentan a pie de calle, provocando un estremecimiento en aquellos que las escuchan.