SUCESO EN 1996

Matanza en Port Arthur, el asesino obsesionado con el número de víctimas: “Impresionante”

En 1996 el australiano Martin Bryant asesinó a 35 personas en una masacre por la que hoy sigue cumpliendo condena

Carmen Cerbán

Málaga - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Él era el blanco de todas las burlas de sus compañeros de instituto. Era un chico solitario, un tipo extraño que no tenía amigos y que se prometió a él mismo que algún día ejercería su venganza. Aquel veinteañero australiano llamado Martin Bryant diseñó su plan con todo detalle.

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El primer paso sería conseguir un arma de fuego; él mismo se sorprendió por lo sencillo que le resultó hacerse con un rifle semiautomático, que compró en una armería en la que ni tan siquiera le pidieron licencia de armas. Aquella era la pieza fundamental de su sangriento plan, al que puso fecha en el calendario: el 28 de abril de 1996.

PRIMER ESCENARIO DE LA MASACRE

Aquella tarde cientos de personas paseaban tranquilamente por el centro turístico de Port Arthur, en la isla de Tasmania. Las tiendas estaban a rebosar y en las cafeterías apenas había una mesa libre. A la hora del almuerzo Byrant entró en uno de esos locales, pidió algo de comer y se sentó a degustar el menú tranquilamente, observando a su alrededor el que iba a ser el primer escenario de su masacre.

Con la sangre fría propia de una mente desquiciada, sobre una de las mesas del restaurante colocó una cámara de vídeo para grabar todo lo que allí iba a suceder. Acto seguido, sacó el rifle de su mochila y abrió fuego de forma indiscriminada.

No tenía un objetivo fijo... su único objetivo era matar a cuanta más gente mejor. Los primeros en fallecer fueron una pareja asiática, las balas destrozaron sus cráneos. Los primeros de los veinte muertos que dejó Martin Bryant en aquel lugar. Pero el plan no terminaba allí.

ASESINATOS EN UN APARCAMIENTO

Salió del local y se dirigió a un aparcamiento, donde siguió disparando a bocajarro y sin piedad; entre sus víctimas, una madre y sus dos hijos pequeños que, ignorando lo que acababa de ocurrir, pasaron junto al asesino.

Tras disparar a sus ocupantes, robó un coche para continuar con la matanza. El siguiente escenario sería una casa de huéspedes. Para entonces, la Policía ya tenía al asesino localizado y no tardó en acordonar la zona. Una vez en el hostal, Bryant amordarzó a sus propietarios y los retuvo como rehenes.

Al caer la noche entró en juego un sargento de la Policía, el negociador. Tras varias horas de conversaciones, el asesino de Port Arthur se entregó: salió de la casa envuelto en llamas, por el incendio que él mismo había provocado en aquel lugar y en el que murieron sus dos rehenes.

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JUICIO CONTRA MARTIN BRYANT

Martin Bryant fue detenido y procesado. Durante el juicio, su risa histérica conmocionó a todos presentes. Las pruebas contra él eran tan contundentes que acabó declarándose culpable. Fue condenado a 35 cadenas perpetuas, una por cada víctima de la masacre de Port Arthur. Hoy Martin Bryant sigue cumpliendo condena en el ala psiquiátrica de una prisión austaliana.

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En 'La Noche de Adolfo Arjona', el criminólogo, investigador privado y jefe de seguridad, Enrique Vega, cuenta que el “motivo de Martin para cometer la masacre sigue siendo un secreto, del que solo su abogado conocía la verdadera razón”. “Está claro que quería lograr una gran cantidad de víctimas, continuamente preguntaba a cuántas personas había asesinado quedó impresionado con el número final de 35”, añade Vega.

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El juez Bernardo Pinazo relata en COPE que el juicio contra Martin Bryant se celebró “bajo una notable atención mediática”, aunque la defensa intentó que no se celebrara alegando la enajenación mental del acusado, que fue declarado apto para ser juzgado. “Durante el proceso, Bryant exhibió una risa maniática que desesperó a los testigos y la indignación de los familiares de las víctimas; acabó siendo protegido por un cristal antibalas”, comenta el juez.

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