La verdad sobre el caso Alcàsser: los restos biológicos de las niñas que "nunca fueron analizados"

A punto de cumplirse treinta años del secuestro, tortura, violación y asesinato de las niñas de Alcàsser la acusación popular solicita nuevas pruebas

Redacción COPE Málaga

Málaga - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

El 13 de noviembre de 1992 es una fecha que quedará para siempre marcada en la crónica negra de nuestro país. Tres menores de edad (Miriam, Toñi y Desiré) fueron secuestradas, torturadas, violadas y asesinadas cuando se dirigían a una fiesta del instituto.

Cuando están a punto de cumplirse treinta años de aquella atrocidad, la acusación popular que ejerce la Asociación Laxshmi ha pedido que se realicen nuevos análisis de ADN en la ropa de las niñas y en otros restos encontrados en varios escenarios relacionados con el suceso. “Hemos pedido nuevas pruebas porque la aparatología ha evolucionado y se ha vuelto más sensible”, afirma el criminólogo y responsable de la Asociación Laxshmi, Félix Ríos, en ‘La Noche de Adolfo Arjona’.

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Desde finales de los noventa, las técnicas de ADN han pasado de ser capaces de leer una letra… a leer un libro entero. Ahora se pueden sacar pruebas de ADN de restos muy deteriorados. Además, “durante todos estos años se han incorporado perfiles genéticos que se han ido introduciendo en las bases y eso puede ayudar” afirma el criminólogo.

NUEVAS TÉCNICAS DE ADN

Los restos de ADN no se estropean con el paso de los años si han mantenido una serie de condiciones en su conservación y es en ese argumento en el que se basan desde Laxshmi, creada por el criminólogo Félix Ríos, y dedicada a la revisión de crímenes y desapariciones sin resolver.

Una de las pruebas que pedimos como acusación popular era el análisis de los vehículos, sin embargo, no se consiguió revelar ADN porque habían estado expuestos al sol y los rayos ultravioleta había destruido cualquier posible resto”. Otros elementos, sin embargo, sí podrían arrojar algún tipo de luz sobre el trágico destino de las jóvenes porque se guardaron en bolsas de papel y cajas de cartón en los depósitos.

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Treinta años después del caso todavía se conservan doscientos o trescientos objetos relacionados con el caso de las niñas de Alcásser y, de ellos, la Asociación Laxshmi ha solicitado pruebas de unos treinta o cuarenta. “Por ejemplo, guantes que contenían pelos que nunca fueron analizados, la famosa moqueta, cabellos que se encontraron en los vehículos y en los escenarios, raspaduras de aparentemente manchas de sangre que nunca se cotejaron para confirmar que fuera sangre y de quién”, revela el criminólogo Félix Ríos.

EL CRIMEN

El 13 de noviembre de 1992 debía ser un día más en el calendario, pero aquella jornada acabaría cambiando la vida de tres familias, las de las jóvenes Miriam, Toñi y Desiré. Como cada fin de semana, las chicas (de catorce y quince años, vecinas del municipio valenciano de Alcásser) se arreglaron para salir a bailar. Su destino estaba en un pueblo cercano, en Picasent, donde habían planeado acudir a la discoteca Coolor. El camino era largo para recorrerlo a pie, así que decidieron hacer autostop, algo habitual entre los jóvenes de la zona.

Nunca llegaron a la discoteca y en casa las esperaron durante horas, pero nunca aparecieron. La fuga voluntaria de las chicas no era una opción, ya que se habían marchado con lo puesto. Así que no tardó en tomar fuerza la hipótesis del secuestro.

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Las autoridades recibían informaciones muy confusas, no había ni una pista fiable sobre el paradero de las chicas. Las calles de Alcàsser y de los pueblos vecinos se llenaron de carteles con el rostro de Miriam, Toñi y Desiré. La policía siguió pistas en distintos puntos de España hasta que dos meses después de la desaparición, el 27 de enero de 1993, la noticia dejaba sin aliento a España: un apicultor había encontrado los cadáveres de las tres chicas, semienterrados, junto al pantano de Tous.

TORTURAS Y VEJACIONES SEXUALES

Los cuerpos, envueltos en una enorme alfombra, se encontraban en un avanzado estado de descomposición. Aun así, eran evidentes los signos de las torturas y todo tipo de vejaciones sexuales a las que habían sido sometidas.

A una de ellas le arrancaron un trozo del pecho, les habían seccionado la cabeza, tenían hematomas por todo el cuerpo, heridas mortales de bala, extremidades fracturadas... La autopsia confirmó que fueron maniatadas antes de morir, que les faltaban algunos dientes, quizá arrancados o desprendidos por la putrefacción.

DOS SOSPECHOSOS Y UN SOLO DETENIDO

Dos sospechosos fueron puestos en el punto de mira: Miguel Ricart y Antonio Anglés. El primero fue detenido y juzgado. Fue condenado a 170 años de prisión, aunque la derogación de la doctrina Parot lo puso en la calle en 2013, tras 21 años entre rejas.

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Antonio Anglés, tras ser localizado, logró huir. La versión más extendida, aunque ampliamente cuestionada, es que murió ahogado tras embarcarse como polizón en un barco que zarpó desde el puerto de Lisboa. Hoy, 30 años después, quedan demasiados interrogantes sin respuesta sobre el crimen de las niñas de Alcàsser.

LA FUGA DE ANTONIO ANGLÉS

El criminólogo, investigador privado y jefe de seguridad Enrique Vega cuenta en 'La Noche de Adolfo Arjona' que, durante el levantamiento de los cadáveres, se encontró un volante médico a nombre de Enrique Anglés, “un conocido delincuente de la zona que sufría una discapacidad intelectual”.

Durante el interrogatorio en su domicilio llegó Miguel Ricart, al que identificaron como compañero de fechorías de Antonio Anglés, y se lo llevaron en calidad de testigo”. Su declaración estuvo cargada de contradicciones y acabó detenido porque, además, “su coche coincidía con la descripción que habían dado los testigos”.

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Al día siguiente confesó su participación aunque, según él, solo en el secuestro y como espectador”, según Vega. Además, la Guardia Civil comprobó que el volante médico a nombre de Enrique fue expedido en realidad a Antonio Anglés, que había suplantado su identidad en el hospital. “Enrique fue puesto en libertad y se inició la búsqueda de Antonio”, detalla el investigador de cabecera de 'La Noche de Adolfo Arjona'.

MIGUEL RICART, AL BANQUILLO

El juez Bernardo Pinazo recuerda que el juicio, celebrado en la Audiencia Provincial de Valencia, se prolongó 49 sesiones. “La principal estrategia del único inculpado en el crimen -ya que Anglés huyó- estuvo clara desde el primer momento de la sesión: mantener a capa y espada que sus declaraciones ante la Guardia Civil le fueron arrancadas bajo tortura o presión psicológica”, según Pinazo que añade que “Ricart no reconoció los hechos”, aunque fue finalmente condenado.