LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA
La pista que condujo a los cuatro hermanos de Colombia perdidos en la selva: "Viven"
En el Especial "Grandes Rescates", recordamos una de las operaciones que tuvo en vilo a medio mundo en junio de 2023
Málaga - Publicado el
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Cuarenta días con sus cuarenta noches. Es el tiempo que estuvieron en la selva los cuatro hermanos colombianos tras un accidente de avioneta en el que murió su madre. El más pequeño tenía sólo once meses, la mayor, trece años. Los días pesaban. Cada hora, la esperanza se desvanecía un poco más. Y un mes después, parecía imposible que estuvieran vivos. Pero lo estaban.
Lesly (de 13 años), Soleiny (de 9 años), Tien (de cuatro) y Cristín (de 11 meses) nacieron de nuevo el 10 de junio de 2023, después de cuarenta días perdidos en la jungla, rodeados de insectos, serpientes, pumas, jaguares y plantas venenosas. La suya es una historia de esperanza, la que siempre mantuvo el pueblo indígena y el ejército colombiano.
“Me los imaginaba con hambre y no podía abandonarlos. Después de tantos días en la selva muchos me decían que estaban muertos, pero otros que siguiera porque estaban vivos, entre ellos mi mujer. Si hubieran sido niños de ciudad, hubieran muerto, pero ellos son niños indígenas”, afirma el general del ejército colombiano, Pedro Sánchez, en el documental ‘Operación Esperanza’ de Amazon Prime. Él coordinó las labores de búsqueda de los pequeños.
Un fatal accidente
Todo comenzó el 1 de mayo de 2023, cuando Magdalena Mucutuy y sus cuatro hijos subieron a una pequeña avioneta rumbo a la gran ciudad. Abandonaba el poblado indígena para reunirse con su esposo. Sin embargo, el viaje no terminaría como esperaba. La avioneta, de un solo motor, se estrellaba en plena jungla amazónica. Fallecían los tres adultos que viajaban en ella (el piloto, un pasajero y Magdalena) y sobrevivían los cuatro hermanos. A partir de ese momento, comenzaba la denominada ‘Operación Esperanza’, en la que se volcó el ejército, en particular, y todo el pueblo colombiano, en general.
Cuatro niños perdidos en la selva
Desde un primer momento el ejército colombiano se hizo cargo de localizar la avioneta y de averiguar si había o no supervivientes. Lo que iba a ser una operación rápida y fácil, se terminó convirtiendo en todo un reto para los miembros del equipo de rescate, especialmente del general Helder Fernán Giraldo, comandante de las Fuerzas Militares de Colombia y quien dirigió la ‘Operación Esperanza’ y del general Pedro Sánchez, encargado de la coordinación de los trabajos. Solo unos días después de empezar las labores de rastreo se dieron cuenta de que en la selva del Amazonas de poco sirven las últimas tecnologías.
A pesar de las dificultades, consiguieron localizar la avioneta accidentada y, para su sorpresa, encontraron los cuerpos sin vida de los tres adultos que viajan en la nave, pero ni rastro de los pequeños. La conclusión fue casi inmediata al ver que habían rebuscado entre las maletas para coger las cosas necesarias para el bebé de solo once meses: los cuatro hermanos permanecían con vida.
La Guardia Indígena
Como relata en los micrófonos de ‘La Noche de Adolfo Arjona’ Bladimiro Mulcue, al cabo de casi dos semanas del accidente de avioneta, se suman a las labores de búsqueda un centenar de miembros de la Guardia Indígena. “Entonces, de un momento a otro, pues ya tenían como 13 días los niños que no aparecían, llegó una notificación pidiendo el apoyo de la Guardia Indígena. Fue entonces cuando ya empezamos a formar el equipo operativo, el equipo de búsqueda para ya participar en esa operación”.
Bladimiro Mulcue recuerda que, cuando la llamada Guardia Indígena se sumó al cuerpo de élite del ejército colombiano, ellos no solo recorrían la selva, también rezaban a los dioses de la Naturaleza, a los que pedían que protegieran y devolvieran a los niños sanos y salvos.
Empieza la búsqueda
Esto, dicho así, en nuestra cultura aquí en Europa es complicado de entender, pero Bladimiro Mulcue lo relata en COPE con toda la naturalidad del mundo: “Bueno, una vez nosotros llegamos allá donde cayó la avioneta, nos encontramos con una escena muy diferente, muy diferente a los espacios en que nosotros habíamos estado. Aquella primera vez participamos cuarenta y dos compañeros, entre ellos dos ‘sabedores ancestrales’ que para nosotros son nuestros ‘mayores espirituales’.
Según le ha explicado el miembro de la Guardia Indígena a Adolfo Arjona, estos sabedores "son los que abren el camino, son como las guías para estos casos de armonización, de calmar a la Naturaleza, de estar en armonía en torno a todo lo que nosotros nos íbamos a ir encontrando en la selva virgen, donde se encuentran muchas situaciones, animales, fieras… Entonces fue necesario llevar a los ‘sabedores ancestrales’ para que nos ayudasen a armonizar, a tener en calma los espíritus de la Naturaleza que en ese momento existían en esa selva”.
La pista que lo cambia todo
Ni el rezo a los espíritus de la Naturaleza, ni el esfuerzo de tantos hombres durante tantos días de búsqueda daban sus frutos. No había ni rastro de los cuatro hermanos de 12, 9, 4 y casi un año de edad. Hablamos de niños indígenas, acostumbrados a vivir en un poblado en plena selva, pero, al fin y al cabo, niños.
Sin alimentos, sin resguardo de las lluvias torrenciales, sin ropa de abrigo, sin medios para defenderse de un depredador o una simple picadura mortal.
A pesar de la dificultad del terreno, las labores de búsqueda continuaron y dieron resultado quince días después del accidente de avioneta. Uno de los voluntarios de la Guardia Indígena encontraba un refugio hecho con hojas de platanero y varios objetos. Era la prueba de que los niños seguían con vida… el milagro continuaba.
¿Por qué se esconden?
El ejército colombiano no sabía el motivo, pero lo cierto es que los cuatro niños parecían querer ocultarse de ellos. Llegaron a pensar que, posiblemente, los estaban confundiendo con peligrosos guerrilleros del grupo armado de las FARC, así que hablaron con la abuela de los pequeños, con Fátima, para que grabara un mensaje de voz en el que los tranquilizara. Un mensaje que se reproduciría con grandes altavoces repartidos por aquella parte de la inmensa selva. En castellano y en su lengua indígena, la abuela Fátima les suplicaba que se quedaran quietos en algún lugar para poder encontrarlos.
A pesar de ese llamamiento, los niños continuaban dejando huellas, pero no había forma de localizarlos en una jungla tan extensa. Hasta que el agotamiento y el hambre los hizo parar. Leslie, la mayor de los hermanos y quien se encargaba de cuidarlos y mantenerlos a salvo, confesó posteriormente que se sentía tan cansada y agotada físicamente que decidió ya no avanzar más. Eligió un lugar, hizo un refugio con hojas de los frondosos árboles de la selva, y se sentaron a esperar lo que tuviera que pasar.
Un milagro: Los niños están vivos
Y lo que la madre Naturaleza les tenía reservado era un final feliz. Fueron dos miembros de la Guardia Indígena quienes encontraron a los cuatro hermanos. Estaban absolutamente desfallecidos y desnutridos, pero estaban vivos.
“Después de tantos días ya no sabíamos en dónde más buscar, porque la selva es una cosa impresionante, majestuosa, y nosotros ya estábamos agotados, pero nos quedaba la esperanza de que los niños iban a aparecer porque ‘los mayores sabedores’ que nos acompañaban, hacían sus rituales y nos decían que estaban vivos. Pero estábamos tristes y desanimados”, relata en ‘La Noche de Adolfo Arjona’ Bladimiro Mulcue.
Pero aquella tristeza se tornó en alegría y vítores cuando llegó la noticia. Los cuatro hermanos, que llevaban cuarenta días perdidos en la jungla, estaban vivos. “Eso fue una cosa impresionante”. La hija mayor, Lesly, con el bebé en los brazos, corrió hacia ellos y les dijo "Nuestra mamá ha muerto". Pero ellos habían logrado sobrevivir. La pesadilla había terminado.
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