La historia oculta de los vampiros de Madrid que en los años 30 pagaban por sacrificar reses y beber su sangre

El periodista y autor del libro 'Enigmas y Misterios de Madrid', Álvaro Martín Pérez, nos cuenta un caso que sucedió en Madrid en los años 30

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Todos hemos oído hablar de las leyendas que rodean la figura del vampiro. Su imagen ha sido llevada al cine como un personaje terrorífico. Han protagonizado historias de amor para adolescentes en sagas como 'Crepúsculo', los hemos visto camuflados entre los mortales en películas como 'Solo los Amantes Sobreviven', han aparecido en nuestro salón en forma de serie con 'Buffy,  Cazavampiros' e incluso, nos han recibido en un hotel de Transilvania en forma de dibujo animado.

Ahora todos esos vampiros y muchos más hincan el diente en Madrid, concretamente en una muestra organizada por La Caixa llamada 'Vampiros, la evolución del mito'. Un recorrido transversal por la historia de esta figura, popularizada por el cine y que ahora se encuentra más viva que nunca en la cultura popular. Eva Nogués, no es vampiro pero sabe mucho de la exposición de la que hablamos, trabaja en el área de Actividades de CaixaForum Madrid y cuenta ante los micrófonos de 'La Noche de COPE' todo acerca esta curiosa exposición.

Una persona que sabe, y mucho, acerca de la figura del vampiro es el periodista y autor del libro 'Enigmas y Misterios de Madrid', Álvaro Martín Pérez. Álvaro relata cómo nace el mito del vampiro y algún que otro caso que se dio en Madrid. Concretamente una historia que tuvo lugar en los años 30 y que fue recogida por un periódico de la época. El artículo recogía que numerosas personas acudían a altas horas de la noche y a primera hora de la mañana al matadero de Madrid. Allí pagaban por sacrificar reses, principalmente toros, para más tarde abrirlos por el vientre. "Una vez rajaban a los animales, la sangre de estos salía humeante y la gente iba con vasos a cogerla y bebérsela", señala Álvaro Martín que añade que había personas que estaban tan obsesionadas con esta práctica que acudían hasta el lugar cada día.