Los 33 de Chile: la historia de un rescate feliz para no perder la esperanza con Julen

La empresa que trabaja en sacar a Julen del pozo en el que cayó el pasado domingo, ya sacó a los 33 mineros chilenos que quedaron atrapados en 2010. 

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La empresa que ahora trabaja en el rescate de Julen, el niño que cayó por un agujero de más de 100 metros en Totalán (Málaga), ya trabajó para sacar a los 33 mineros chilenos que quedaron atrapados en 2010. Ahora toda España espera que el pequeño corra la misma suerte y pueda ser rescatado con vida.

Uno de esos mineros chilenos pasó el año pasado por los micrófonos de La Noche para contar cómo sucedió todo y, sobre todo, cómo se sintieron.

Fueron 69 días los que permanecieron en el interior de la tierra, a más de 600 metros de profundidad… atrapados por una roca de más de 700 mil toneladas en Copiapó (Chile). Sin embargo, la tragedia que comenzó el 5 de agosto de 2010 acabó con final feliz el 13 de agosto de ese mismo año. Los 33 mineros salieron con vida.

Mario Sepúlveda, uno de esos mineros contó entonces en La Noche de COPE que “esa historia siempre será muy cercana; una verdad increíble que acabó en milagro gracias también a nuestra gallardía y fortaleza”. Además, añadía que “fue raro porque me encantaba la mina San José, pero ese día algo me decía que no entrara, tenía ganas de irme. Extrañamente llegué tarde, porque no quería entrar a trabajar”.

Una historia compuesta de muchos milagros, porque tampoco murió ningún minero durante el derrumbe. “Ese día estuvo Dios y el diablo a la vez allí dentro”, exponía Sepúlveda.

Mario se encargaba de repartir la comida y mantener al grupo animado una vez que quedaron allí abajo. “Sólo había agua contaminada, y había que caminar casi mil metros para encontrarla. Después, la filtrábamos con calcetines”, relataba Mario Sepúlveda. Asimismo, “había que repartir la comida porque no había para todos. Gracias a aquello logramos sobrevivir”.

Así pudieron salir adelante en el interior de la tierra. Aunque, por dentro la situación anímica de cada uno se iba debilitando con el paso de los días. “En el silencio de cada uno, hablábamos sobre morir y ser devorados. Yo pensaba que si alguien moría, sería comido por los demás. Si me muero, que se demoren en lavarme para que me coman… eso pensaba, por eso no me duché en todos los días”, contaba Sepúlveda.

“A ratos nos cansábamos, pero entonces aparecía la amistad, la solidaridad y la cordialidad. Éramos muy buenos compañeros y nos sosteníamos los unos a los otros. Aunque sabíamos que la roca dura del Desierto de Atacama no iba a ser fácil de maneras. Pero, cuando más nos desesperanzábamos, escuchábamos a otros compañeros más animados y mantuvimos el tipo hasta que nos rescataron”, zanjaba por entonces Mario Sepúlveda, con orgullo, en La Noche de COPE.