Así hizo creer una mujer de Paiporta a la familia de su marido que seguía vivo tras asesinarle

Los colaboradores de COPE Cruz Morcillo y Pablo Muñoz han analizado este caso en La Tarde

Redacción La Tarde

Publicado el - Actualizado

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“Fue un asesinato sin compasión”. Son las palabras que ayer pronunció el fiscal del crimen que se ha empezado a juzgar en la Audiencia de Valencia, el de Isaac Guillén Torrijos, un expolicía local de Catarroja, de 45 años, que padecía una enfermedad degenerativa. “Es imposible hablar de eutanasia”, recalcó para echar por tierra lo que argumenta la defensa de la acusada, su esposa: Beatriu, de 43 años, que se enfrenta a prisión permanente revisable. Por asesinar a Isaac, persona especialmente vulnerable por razón de su discapacidad. Los colaboradores de COPE Cruz Morcillo y Pablo Muñoz han analizado este caso en ‘La Tarde’.

Esto tuvo lugar el 1 de diciembre de 2019 (hace tres años) cuando según la Fiscalía, "la mujer de Isaac (Beatriu) drogó a su marido haciéndole creer que era una pastilla para calmar el dolor", explica Cruz. Luego lo condujo en su coche hasta la localidad de Godelleta, pero antes se aseguró de dejar los teléfonos de la familia en otro punto para que si los rastreaban no pudieran ubicarlos allí. El de su marido lo dejó a una amiga y el de ella y su hijo a un familiar en Paiporta.

Aparcó en una parcela rústica de Godelleta y allí abrió la espita de una bombona de gas dentro del coche. "Como no moría lo estranguló con los cordones de las zapatillas después de golpearlo. A continuación lo enterró con sosa caústica en una fosa que ya estaba cavada y suplantó su identidad para hacer creer que seguía vivo", así ha resumido Cruz los hechos.

"Ella dependía economicante de Isaac"

Tenemos que hablar de los antecedentes de ellos como pareja. Isaac Guillén padecía una enfermedad conocida como ataxia cerebelosa, degenerativa, cuando en 2017 se casó con la acusada. "Ella dependía economicante de Isaac", que percibía una pensión de gran invalidez desde el año 2015 y las rentas del alquiler de un inmueble. "Según explicó ayer la jefa de Homicidios de Valencia, la mujer se quedaba sin nada en caso de separación, salvo el domicilio donde vivían que era de ella", explica.

La relación entre la pareja no iba bien, llegando a protagonizar varios enfrentamientos, incluso teniendo que acudir la policía en uno de ellos el 1 de noviembre de 2019, justo un mes antes del crimen. “Según aseguran fuentes del entorno del fallecido, Isaac llegó a plantearse en varias ocasiones el divorcio y hasta abandonó el domicilio familiar, pero acababa regresando porque requería de los cuidados de su esposa”, subraya.

La víctima en algún momento había comentado su deseo de «morir dignamente» si llegaba su día, debido a su enfermedad. A finales de 2019 cuando se produjo el crimen la Ley de regulación de la eutanasia todavía no se había aprobado, pero no dejó constancia escrita alguna de dicha decisión ni se lo dijo a sus más allegados, sus hijos.

Sin embargo ella lo aprovechó. Qué hizo. Primero, ya en el mes de octubre alquiló una parcela rústica en Godelleta, alejada y tranquila, en la que mandó excavar una fosa de 78 centímetros de profundidad, 130 de ancho y 326 de largo, con la clara idea de deshacer allí del cadáver. Además fue introduciendo en el entorno de amigos de Isaac que él quería marcharse a un país extranjero donde sí estaba permitida la eutanasia y también hizo acopio de productos químicos para apoyar esa idea de “muerte digna” que según ella quería.

"Tras acabar con su vida, realizó todo tipo de actos para ocultar su crimen, suplantando su identidad para hacer creer que seguía vivo, y pidió expresamente a la Policía que dejaran de buscarlo porque era su decisión y tenían que respetarlo". Ayer la jefa de Homicidios explicó que tras detener a madre e hijo les llamó la atención que cuando localizaron el teléfono móvil de Isaac en el registro domiciliario el teléfono estaba escondido en un neceser envuelto en papel de aluminio para que actuara de jaula por el efecto Faraday y con las cámaras tapadas con un esparadrapo. Además, tanto ella como su hijo se desplazaron en varias ocasiones a Barcelona, desde donde enviaron mensajes y llamadas haciéndose pasar por el ya fallecido.

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