La extraordinaria pieza llegada desde Hollywood que ofrece un museo de un pueblo de Madrid
En 'La Tarde' nos hemos acercado hasta el pueblo de Villajero de Salvanés, en Madrid, donde Carlos ha abierto el primer museo de cine profesional y tecnológico de España
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Desde la infancia, Carlos Jiménez ha estado inmerso en el mundo del cine. Hijo del dueño del primer cine del pueblo, Villarejo de Salvanés, su vínculo con la pantalla grande comenzó a los 8 años. Su historia la ha contado en 'La Tarde' a través de una visita que ha realizado Pilar Cisneros: "Desde pequeño, con 8 años y subido a una caja de refrescos, era el encargado de poner las películas en el cine que fundó mi padre en 1966". Este lugar, el Cine París, se convirtió en el epicentro de la vida de la familia Jiménez y, posteriormente, en el alma del museo que ahora honra su legado.
El padre de Carlos, un pionero del cine en el pueblo, tenía el sueño de tener su propio cine, pero los medios económicos escaseaban. "Mi padre era una persona muy humilde, era un pionero del cine, un aventurero", recuerda. Sin fondos para contratar a un operador, fue el joven Carlos, con solo 8 años, quien se convirtió en el proyeccionista de la sala. "Estaba subido en una caja de refrescos de madera y clavos para alcanzar los mandos, proyectaba las películas a más de 500 personas".
Los primeros pasos: un cine sin techo
El Cine París nació de la ilusión y la valentía de un hombre con un sueño. "Lo abrió como cine de verano. Sin techo, sin butacas... los espectadores tenían que traer sus propias sillas", explica Carlos. La primera película proyectada, Cuatro tíos de Texas, atrajo a mil personas en su inauguración. Fue un comienzo prometedor, pero la lucha por mantener el cine vivo fue constante. "Mi padre compró estos terrenos a plazos, y cuando llegaba por la mitad, se le acabó el dinero", recuerda con melancolía. Sin embargo, cada proyección, cada butaca improvisada, era un paso más hacia el sueño realizado.
La historia de este protagonista recuerda mucho a la película Cinema Paradiso, estrenada en 1989 en nuestro país: "He comprobado que en todos los pueblos de España ha habido un Cinema Paradiso. Lo que vemos en esta película era lo general, lo corriente de la época. Y lo mismo me ha ocurrido a mí que le ha ocurrido a cualquier otro proyeccionista de otro pueblo pequeño".
El cierre del Cine París marcó el fin de una era. Pero de las cenizas nació el Museo del Cine París en 2012. Se trata del primer museo de cine profesional y tecnológico de España, que alberga una colección de más de 500 proyectores y una miríada de recuerdos de la época dorada. "Tenemos un Óscar de unos 4 metros de altura comprado en una subasta de arte en Estados Unidos". En este museo, Carlos comparte su pasión cada sábado a las 12:30, guiando a los visitantes a través de siete exposiciones temáticas y once subgrupos expositivos que muestran la historia del cine a través del tiempo.
Un recorrido por el museo con Carlos Jiménez
Durante la visita del equipo de 'La Tarde' al museo, Carlos nos lleva en un viaje a través del tiempo. Desde los primeros proyectores de los hermanos Lumière hasta las cabinas de proyección de cada década del siglo XX, cada pieza es un testimonio de la evolución técnica de este arte. Nos detenemos frente a una linterna mágica triunial de 1897, que sorprende por su singularidad. "Lo normal es que una linterna tenga un objetivo, no tres. ¿Y por qué tiene tres? Porque así hacen fundidos encadenados", explica con entusiasmo.
En medio de las reliquias tecnológicas, Carlos reflexiona sobre el valor del cine como experiencia colectiva: "El cine no va a morir. Es un espectáculo colectivo, de masas". Para él, disfrutar de una película en la sala de cine es algo único, una oportunidad para unir emociones y compartir la magia de la pantalla grande con otros. "Es que la gente, aunque muchas veces nos moleste porque hace ruido o habla en la sala, en otras ocasiones da ambiente".
Al final de nuestro recorrido por el museo, nos detenemos frente a un extintor antiguo. Carlos nos cuenta sobre los difusores de ozono, utilizados décadas atrás para desinfectar las salas. "Los cines nunca han sido silenciosos. Y mucho menos en la época del cine mudo", comenta con humor. Pero más allá de las anécdotas, lo que queda claro es que el legado de Carlos Jiménez y su padre, y el Cine París perdura en cada proyector, en cada cartel, en cada recuerdo que adorna las paredes del museo.
El Museo del Cine París es más que una colección de reliquias cinematográficas. Es un homenaje a una familia que dedicó su vida al cine, a un pueblo que vibró con cada proyección y a una pasión que sigue ardiendo en el corazón de Carlos Jiménez. Porque, como él mismo dice, "la magia del cine solamente la podemos ver en el cine".