La foto de Fernando de Haro: "Ni combate, ni desayuno con fresas, ni un naufragio de sangre"

Fernando De Haro

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Foto tomada en un cine. Bueno decir cine es decir mucho. Quizá sea un antiguo teatro, o un salón de actos de un colegio. Las sillas son de madera y están numeradas. Los que están al fondo tienen que estirar mucho el cuello porque no hay ni gallinero ni rampa. La pantalla no se ve pero debe estar enseñando un momento trágico de la película, momento en el que domina el color rojo porque toda la sala está teñida de un rubor colorado. Quizás sea un combate, un desayuno con fresas, un naufragio de sangre, una herida en flor, un campo de amapolas. No parece que sea una escena tranquila ni sosegada porque los espectadores miran tensos, concentrados, algunos echan hacia atrás la cabeza y el cuello como intentado evitar que les salpique la luz colorada que sale de la pantalla. Minutos de cine en los que los espectadores viven otra vida, otros dolores, otras esperanzas, otras risas y otros llantos que no son de carne y hueso pero que son muy conformes y muy correspondientes a los suyos. Por eso están oyendo y mirando tanto, por eso están tan atentos. Solo hay una persona que no está pendiente del espectáculo. Es una chica joven que se sostiene la mejilla con la mano, que cierra los ojos y que se lleva la mano a la tripa. La madre, porque es una madre, sufre de acidez, se sienta mareada, la criatura que lleva en su seno ya le da patadas. La madre explica la foto. Ya sabemos que hay en la pantalla: ni combate, ni desayuno con fresas, ni un naufragio de sangre, ni una herida en flor, ni un campo de amapolas, el rubor colorado es de un amanecer, de una aurora.

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