La foto de Fernando de Haro: "No sabíamos nada del desierto cruel"
La foto del día de Fernando de Haro.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Foto de un desierto árido como la duna de un pecho sin amante. Un desierto bajo un cielo con nubes sin agua y con dos colinas que parecen de yeso. El cielo solo trae lluvia cada cuatrocientos años. La brisa marina se queda en montañas que son muy avaras y el sol está muy cerca y castiga sin piedad. El suelo parece de albero pero no tiene ni conchas marinas ni el color de la fiesta y del paseo para las niñas bonitas. A lo lejos parece que a la arena del desierto le han salido un sarpullido, como si una alergia o una mayonesa descompuesta hubiera arrancado algo de color a la piel de pergamino. Pero lo que parece una colección de ronchitas se convierte más abajo en un río sin cauce de color rosa, como si alguien con un pincel de acuarela hubiese querido retratar una gasa de purpura, un rubor inocente en un páramo sin vida. En el vacío sin camino, en la soledad en la que solo florecen, de noche, estrellas lejanas esta vez ha germinado las patas de guanaco rosa. Las patas de guanaco rosa se levantan del suelo con sus varas duras para enseñarle al mundo sus pétalos abiertos. Los pétalos saludan traviesos con un guiño de belleza imposible. La flor apenas tiene mata como si todo el esfuerzo se concentrase en el color, en un parpadeo púrpura, en un destello suave y apasionado. No sabíamos nada del desierto cruel de la foto, todo nos parecía una tierra baldía hasta que las patas de guanaco nos han dicho que en la piedra también había una ternura hermosa.