La foto de Fernando de Haro: "Todos y cada uno de esos gestos se pierden como lágrimas en la lluvia"

La foto del día

Redacción La Tarde

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La foto de hoy es de una mano. Una mano entre escombros de concreto y junto a un tubo de metal que pudo ser el conducto del gas, el pie de una lampara, el soporte de la cortina del baño, vete a saber. La mano, cubierta de polvo gris y de barro. El barro sobre todo se acumula entre las uñas y la primera falange. Son dedos largos, cuidados. Las uñas bien cortadas, rectangulares. Son dedos de hombre que no ha cavado en el campo ni ha arreglado la tapa del delco, quizás sean los de un maestro, los de un criador de pájaros. El dedo gordo se levanta y se pliega con delicadeza debajo del índice. Esa mano vino al mundo chiquita y arrugada. Al principio agarraba cualquier cosa que se le pusiera en la palma, luego se posaba como una mariposa blanca en el pecho del que su dueño mamaba con furia. Los dedos sirvieron para contar a los hermanos de la familia, para rascarse un coscorrón del maestro, para cortar el pan en las comidas con los amigos, para sorprenderse con la primera caricia, otra piel en las yemas, para buscar en internet el video de la Guerra de las galaxias, para apoyarse en un hombro seguro del compañero en una juerga, para mancharse de tinta, para mojar en el humus, para levantarlos hacia el cielo, con las palmas abiertas para rezar a Dios, para jugar con calma en la mano amada cuando más prisa había, para peinarse cuando se quería gustar, para saludar a los ausentes, para despedir a los que llegaban, para cortar berenjenas. Una mano entre los escombros de la furia. Y ahora que venga alguien capaz de contarnos que cada una de esos gestos, todos y cada uno de esos gestos se pierden como lágrimas en la lluvia.

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